Un
increíble entramado de túneles subterráneos y los misterios de su uso en el
pasado
Texto: Alex Guerra. Fotos: Alex Guerra, Sebastián Paoa y Jabier Les
Lugar de habitación, guarida o enterramiento
improvisado durante los períodos de conflicto, y escondite de valiosos objetos
del pasado en la antigüedad, las impresionantes cuevas de Isla de Pascua fueron
profusamente utilizadas en el pasado rapanui, y son de importancia capital en
la actualidad como yacimientos arqueológicos de gran valor.
La gente de
los tiempos antiguos dormía en sus casas y también en cuevas. Había otras cuevas que servían para
esconderse, en tiempos de guerra, las llamaban cuevas kionga. Había también
cuevas chicas, llamadas pahu que eran escondites para el dueño de la cueva.
Las cuevas, referido por Mateo Veriveri en: Leyendas de Isla de Pascua (P. Sebastián Englert, 1888-1969)
Petroglifo pigmentado en una cueva de Motu Nui (islote frente al centro ceremonial de Orongo). Foto: S. Paoa |
Ana Hanga O Onu. Foto: Jabier Les |
Más de siete mil metros de
laberintos formados por millares de tubos y cavidades de lava provocados por la
actividad volcánica desarrollada en la isla en un pasado remoto, se entrecruzan
caprichosamente en los subsuelos de los sectores de Roiho, Maunga Terevaka y
Poike. Para explorarlos hasta sus profundidades, en ocasiones es necesario
arrastrase por el fango para introducirse por las pequeñas aberturas que apenas
permiten el paso a cuerpos no demasiado robustos, e internarse en cuevas muy
estrechas que se oscurecen abruptamente desde los primeros metros, y cuyas
galerías bajas obligan a desplazarse gateando, e incluso reptando por ciertos
tramos, convirtiendo la exploración en un pesado esfuerzo. No obstante, vale la
pena por su especial singularidad y porque constituye el mayor sistema de
cuevas de Chile y uno de los más grandes del planeta, a pesar de la limitada
superficie de la isla.
Exploración de cueva. Foto: Jabier Les |
En el pasado fueron utilizadas para múltiples
funciones. Algunas cuevas conservan vestigios de haber sido usadas como lugar
de habitación o refugio por largos períodos (ana kionga), mientras que otras parecen haber sido lugares
escogidos para enterramientos humanos o escondites de valiosos objetos, o
abordadas más bien para usos mágico-religiosos de forma no permanente. Se han estudiado
exhaustivamente cuevas cuyos restos evidencian densa actividad sobre todo
durante la época de las crisis tribales, y a través del análisis de restos
humanos, instrumentos de carácter antrópico (hechos por el hombre) y restos
faunísticos y de flora (que serían básicamente los restos de la actividad alimenticia)
se extrajo una gran cantidad de información valiosísima para el estudio de la
evolución de las especies en la isla y los recursos de subsistencia de sus
habitantes.
Pequeña entrada de acceso a Ana Te Mahina. Foto: Sebastián Paoa |
Osamentas humanas en Ana Aharo. Foto: Jabier Les |
Así, formaciones litoquímicas, o de origen
microbiológico, pequeños microorganismos y algunos insectos como cucarachas
(albinas), pero también osamentas humanas, instrumentos líticos (puntas de
flecha de obsidiana que nos sirven principalmente para determinar dataciones
absolutas gracias a la técnica arqueológica de hidratación de obsidiana, hachas
de basalto), óseos (anzuelos de hueso de ave marina, agujas de hueso de
gallina, además de acumulaciones de huesos de pequeños animales terrestres y
acuáticos, que habrían conformado su dieta) y petroglifos con representación
del dios Make Make, de extraños signos parecidos a los representados en los kohau rongorongo, o del tangata manu, son algunos de los
elementos que pueden encontrarse en la exploración de sus profundidades, tanto
a un nivel superficial, a simple vista, o excavando el suelo a muy escasa
profundidad en cuevas habitadas por períodos prolongados. En los enterramientos
humanos, muchas veces aparecen separados los cuerpos de sus cráneos, que en ocasiones descansan sobre unas elevaciones
naturales del lecho rocoso, rodeados de los huesos dispersos de sus esqueletos,
y de algunos utensilios que habían formado parte de la vida cotidiana del
individuo dentro de la cueva (probablemente su escondite en épocas convulsas,
después que la élite fue desplazada de sus lugares de poder, con el cambio de
paradigma del siglo XVIII).
Acantilado a escalar para acceder a Ana O Keke. Foto: Sebastián Paoa |
En Rapa Nui las prácticas funerarias en cuevas no
incluyeron en ningún caso la cobertura del cuerpo con tierra, por lo que la
mayoría de los restos esqueletarios fueron encontrados en superficie. En
algunos casos fueron parcialmente cremados por la depositación natural del
suelo, y en otros los cuerpos estaban mezclados, por lo que la identificación
de individuos por separado es difícil de distinguir. Otros enterramientos son
secundarios con los huesos amontonados en un bulto, o primarios extendidos,
cambios que son debidos seguramente a la diferencia temporal (siglos XVII y
XVIII). En la mayoría de ellos se han encontrado ramas de totora al lado o
debajo de los cuerpos, y fragmentos de escoria roja (llamada hani hani en lengua rapanui, material
utilizado en los pukao o “sombreros”
de los moai) o coral blanco. En algunos
casos se practicó probablemente la disecación de los cuerpos antes del
enterramiento, en estructuras construidas especialmente, los crematorios, que
aparecen contiguos a un gran número de ahu-moai.
A pesar de constituir un ben campo de estudio del
pasado, muchas cuevas son utilizadas aún hasta nuestros días por pescadores
como refugio temporal, lo que en algunos casos ha disturbado los
enterramientos, ya que para limpiar el suelo se apilaron los huesos en los
rincones. El turismo también ha ocasionado ciertos disturbios por vandalismo, y
porque algunos guías reagruparon los huesos para causar una imagen más
dramática de las cuevas para los visitantes.
Petroglifos representando a Make Make en el interior de Ana Toki Toki. Foto: Jabier Les |
Si bien antiguamente era permitido extraer estos restos
humanos para su análisis, el nuevo protocolo de patrimonio cultural rapanui impide
remover este tipo de vestigios antiguos del lugar, por lo que tienen que ser
documentados y analizados in situ,
debido a la pervivencia en la isla de sus descendientes directos. De cualquier
manera, estos análisis llevados a cabo en el interior de las cuevas, muy
completos por su escasa remoción hasta hace pocos años (situación que ha
cambiado radicalmente en la actualidad), han sido valiosos para el conocimiento
de los cambios en la base alimenticia de los antiguos rapanui.
La avifauna era también más variada en el momento del
primer poblamiento, como reflejan los estudios hechos en cuevas y otros
hábitats. Representantes significativos de grandes mamíferos marinos como el
delfín (Delphinidae) y unas pocas
ballenas, han sido registrados en depósitos tempranos de la cueva Paupau. Otros
recursos marinos, como pequeños moluscos (Chiton,
nerita, erizos) y varias especies de peces menores, eran consumidos dentro
de las cuevas según los análisis de ictiofauna. Excepto las ratas polinésicas (Rattus exulans) y las gallinas domésticas
polinésicas (Gallus gallus), que
conformaban buena parte de la dieta, los mamíferos terrestres eran ausentes en
la fauna rapanui antigua. Las aves marinas constituían también un importante
aporte alimenticio.
La inmensa Ana Heva. Foto: Jabier Les |
La base alimenticia en el momento del primer
asentamiento en la isla (consensuado en torno al siglo XVIII dC) era variada,
en comparación a su composición en el momento del contacto con los europeos.
Una considerable variedad de plantas de valor alimenticio era presente en la
isla (según análisis carpológicos y arqueobotánicos en su mayoría del interior
de las cuevas), las más importantes de las cuales eran el camote (boniato o Impomea batatas), el taro (Colocasia antiquorum y esculenta), la caña de azúcar (Saccharum officinarum), el plátano (Musa sapientum), el kape (Alocasia macrorrhiza), el ñame (Dioscorea sp.), las calabazas (Lagenaria siceraria y vulgaris) y el ti (Cordyline fructicosa).
Supervivencia de las especies en Ana Te Pahu. Foto: S. Paoa |
Con equipo de alta
tecnología, modernas brújulas, clinómetros sexagesimales, medidores laser y
software de topografía por ordenador, además de los clásicos cuadernos,
lápices, cintas métricas y demás elementos para el trabajo de campo de toda la
vida, diversos equipos multidisciplinares de espeleólogos, arqueólogos, fotógrafos
y biólogos, han dirigido proyectos con el objetivo principal de cartografiar estos
tubos y cavidades de lava, pero además complementando los trabajos con estudios
climatológicos, arqueológicos, geológicos e hidrográficos. Además de las cuevas
aisladas, ya sea en acantilados o internándose en tierra firme, algunas de
estas últimas aparecen asociadas a pequeñas estructuras domésticas que
constituían parte del hábitat de los moradores de las cuevas, como manavai (invernaderos) y hare moa (gallineros). Estas estructuras
de piedra, eran construidos en torno al acceso de la cueva, dejándolo
prácticamente oculto.
Explosión de vida (gran higuera) en el interior de Ana Te Pahu. Foto: Sebastián Paoa |
Vista desde el interior de Ana Kai Tangata. Foto: Alex Guerra |
Ana Kai Tangata, nombre
traducido literalmente del rapanui moderno al castellano, vendría a significar
la cueva donde comían a los hombres.
Aunque por supuesto, también podría interpretarse como la cueva donde los hombres comían. Pero discusiones idiomáticas
aparte, lo cierto es que en ella se han encontrado restos de huesos humanos
carbonizados, y las leyendas y tradiciones orales nos hablan de canibalismo en
aquellas convulsas épocas en que la cueva fue habitada: la época de un cambio radical
de paradigma social y político, que pasó del culto a los antiguos clanes y sus ariki
o jefes, al culto al tangata manu u
hombre pájaro, desarrollado en el centro ceremonial de Orongo. Podría
perfectamente inferirse que probablemente se practicó la antropofagia en ese
lugar, y al ser de fácil acceso, es muy visitada y los turistas acuden a
presenciar donde se supone que esta práctica se llevó a cabo. Pero lo cierto es
que no estamos seguros de que esto sea un hecho, porque no está probado con
suficientes elementos empíricos, y las afirmaciones sobre el tema pudieron, en
su época, estar condicionadas por la exaltación de investigadores ávidos de
datos morbosos que servían para sus propósitos de atraer la atención del gran
público.
Pictografías de tangata manu en Ana Kai Tangata. Foto: Alex Guerra |
Como sabemos, este tipo de
dato fue usado durante decenios por personas que basaron su búsqueda en ese
lado místico, esotérico o macabro, de todo lo referente a la historia de la
isla. No obstante, la importancia de la cueva es innegable. Los pigmentos, que
fueron traídos desde lejos hasta aquí, demuestran que el lugar fue sagrado, por
alguna razón que escapa a nuestro entendimiento. Fue un lugar muy especial para
los antiguos rapanui, que lo utilizaron y dejaron sus huellas en forma de un
arte cuya intencionalidad no creo que pase por una función práctica, sino que
se trata sin duda alguna de parte de un ritual mágico.
Ana o Keke, una profunda cueva situada en un
inaccesible acantilado, presenta
interesantes grabados en sus paredes rocosas cerca de la entrada, de morfología
parecida, algunos de ellos, a los signos rongorongo,
lo que ha sido usado en ocasiones para afirmar que la escritura rongorongo es un producto ex novo, propio
de los habitantes de la isla, y muy anterior a la llegada de los europeos, por
lo que refleja la cronología extraída de las excavaciones del suelo de la cueva.
Grabados rupestres en Ana O Keke. Foto: Alex Guerra |
Los Ana Neru, o cuevas de las vírgenes, son unas cavidades dobles donde según la tradición oral rapanui
se recluían niños y niñas, separados en dos grandes cuevas contiguas, que
estaban destinados al celibato y eran visitados solo por sus padres que les
traían alimentos para su subsistencia. El Ana Kakenga, cavidad más conocida como la cueva de las dos ventanas, es un tubo
de lava de unos 50 metros de longitud, con paenga (losas) para modificar el
acceso natural de la entrada. Se utilizó como refugio (ana kionga) y desde su
interior se ve el islote (motu)
Tautara, una vista extraordinaria.
Vista desde el interior de la entrada derecha de Ana Kakenga. Foto: Sebastián Paoa |
Marcas de iniciales dejadas por turistas. Foto: S. Paoa |
Lamentablemente, a lo largo de la historia, estas
estructuras, quizá por estar fuera del control visual de los guardas forestales
de la CONAF (Corporación Nacional Forestal, organismo encargado de la
administración y gestión del patrimonio arqueológico y natural de Rapa Nui) y
de la población rapanui en general, han sido víctimas de una serie de acciones
destructivas, como el vandalismo (principalmente extracción de material
arqueológico por parte de turistas que practican el temido “souveniring”, o rayado de paredes
rocosas con iniciales o corazones), como se ven a la izquierda en la foto de Ana O Keke.
A pesar de la importancia internacional del
patrimonio arqueológico de Rapa Nui, éste ha recibido muy poca inversión para
su restauración y conservación, constatándose un acelerado proceso de
deterioro, del que las cuevas no son una excepción. Las acciones que se han
desarrollado, se han concentrado en los sitios de mayor importancia desde el
punto de vista de su espectacularidad megalítica y potencialidad turística, no
contemplándose para la mayor parte del patrimonio arqueológico medidas
concretas y efectivas de conservación, restauración y puesta en valor. Muy
lentamente, esta situación está cambiando, y la comunidad rapanui está tomando
en sus manos la protección de su patrimonio, con consecuencias que esperamos se
revelen positivas con el correr del tiempo.
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Vista desde el interior de Ana Kakenga. Foto: Sebastián Paoa
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Muy interesante. Gracias por esto
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