Una protesta por parte
de unos doce activistas de Greenpeace (Brasil, Argentina, Chile, España,
Italia, Alemania y Austria) que buscaba llamar la atención de los líderes
mundiales reunidos en Lima por la Conferencia de las Partes de la Convención
Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP 20 la madrugada del lunes
8 de diciembre 2014, causó graves daños al entorno de la figura del colibrí en
las líneas de Nasca. La acción se trató de la colocación de un cartel realizado
con letras de tela amarilla, que se veía desde el aire y que rezaba: “Tiempo de
cambio! El futuro es renovable. Greenpeace”, en inglés (“Time for change! The
future is renewable. Greenpeace”). A pesar de que los activistas
negaron haber causado ningún daño a las líneas en sí, el Ministerio de Cultura
confirmó haberse producido una grave afectación del área de las líneas, y la
Dirección Regional de Cultura en Ica ha iniciado una investigación. La jefa de
esta oficina, Ana María Ortiz de Zevallos, se pronunció en contra de este
ingreso, que no fue coordinado con las autoridades, y manifestó la necesidad de
denunciar penalmente a los responsables por atentar contra el patrimonio. Ortiz
de Zevallos incluso agregó que ha oficiado al procurador del Ministerio de
Cultura, Javier Paredes, para que gestione el impedimento de salida del país
del grupo de activistas que ingresó a esta zona. Días más tarde y a
través de un comunicado, en el que no detalla todavía los daños en la zona
colindante del colibrí, el ministerio dio cuenta de que ha denunciado ante la
Fiscalía de Nasca los hechos considerados ilícitos y solicitó el impedimento de
salida del país de los responsables, y hasta 8 años de cárcel para cada uno, tomando
en cuenta que la zona es Patrimonio Cultural de la Humanidad y que corresponde
a un área donde está estrictamente prohibido cualquier tipo de intervención,
dada su fragilidad. Tras señalar que la acción de los activistas es ilegal,
inconsulta y premeditada, el ministerio exhortó a la población a colaborar con
la identificación de las personas que han cometido este atentado contra el
Patrimonio Cultural de todos los peruanos y de toda la humanidad.
Por su parte, Mauro Fernández, coordinador de la campaña de Clima
y Energía de Greenpeace en la región andina, se disculpó y aceptó que no se
había solicitado autorización, pero aseguró que se tomaron precauciones
extremas para no causar daños. Sin
embargo, fotografías tomadas por el capitán Juan Carlos Ruiz el 8 de diciembre,
muestran claramente las huellas de los activistas dejadas muy cerca de la
figura del colibrí. Greenpeace pide una investigación independiente de las
consecuencias reales de su actividad, en la que colaborará como pueda y asumirá
su responsabilidad de acuerdo a los resultados. Mi conclusión personal de los
hechos es, que el fin nunca justifica los medios, y que la acción de Greenpeace
ha sido irresponsable ya que con el fin de llamar la atención sobre un problema
medioambiental, incurrió en la ilegalidad sobre un patrimonio cultural protegido.
Pero las líneas de Nasca se enfrentan desde hace años a otros problemas mucho
más invasivos y destructores que la acción de Greenpeace, como las invasiones
de pobladores locales sobre las mismas líneas, y el paso de camiones para la
minería, que toman atajos para ahorrar peajes y tiempo. Creo que a pesar de que
la actividad de la ONG es irresponsable y debe ser criticada, se está utilizando
el impacto mediático para llamar la atención sobre un problema que va mucho más
allá de unas letras de tela que ni siquiera dañaron las propias líneas (como sí
hacen otras acciones), sino sólo parte de su entorno inmediato. Según lo veo,
estos doce activistas y su organización, están siendo “chivos expiatorios” y
siendo puestos de ejemplo para futuras acciones, lo cual no está mal, pero la
pena de 8 años de cárcel para los activistas, me parece excesivo teniendo en
cuenta que las constructoras y mineras nunca son penalizadas por acciones mucho
más destructivas.
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