Fragmento del Códice de Dresde |
El lunes, martes, jueves y viernes del 13 al 17 de
octubre, de 19:00 a 20:15 horas, se desarrolló en el Museu Egipci de Barcelona (Ver) un interesantísimo curso con el profesor
de la UNAM (México), el investigador epigrafista Dr. Érik Velásquez. Como tuve la oportunidad de asistir al mismo,
comparto una breve reseña de lo aprendido, con bibliografía adjunta (facilitada
por el profesor del curso) para quien quiera ampliar conocimientos. La
escritura jeroglífica maya fue un sistema
logofonético que estuvo vigente en el sureste de México y zonas aledañas de
Centroamérica, a lo largo del período comprendido entre el 300 a.C. y el 1700 d.C. y del cual, durante las últimas cuatro
décadas, se ha podido descifrar solamente el 80%, gracias al esfuerzo de
docenas de investigadores de todo el globo, pero principalmente Alemania, Rusia
y Estados Unidos. Los asistentes al seminario aprendimos cómo fue posible que
la ciencia ahondara en este complicadísimo sistema de escritura, emprendiendo
los primeros esfuerzos en 1832, hasta hoy en día. El programa del curso
consistió en entender los estudios de los fonetistas
contra los antifonetistas en el
siglo XIX, la continuación de las investigaciones en la primera mitad del siglo
XX (de los escribas matemáticos al triunfo del fonetismo y la hipótesis
“histórica”), la segunda mitad del siglo XX (el periodo de las crónicas
dinásticas y el análisis estructural), y los primeros años del siglo XXI (gramática
y literatura de las inscripciones mayas). Como veremos, la historia del
desciframiento de los jeroglíficos mayas, es una historia construida con el
esfuerzo de docenas de investigadores de diferentes áreas científicas y
artísticas, que compitiendo, o aunando informaciones y descubrimientos, poco a
poco han ido desvelando el significado de estos hermosos e interesantes signos,
testigos y transmisores de los elevadísimos conocimientos de la civilización
maya.
Detalle de jeroglíficos mayas |
Las lenguas mayances proceden del protomaya, y su familia consta de 32 lenguas diferentes (yucateco, mopan,
Itzá, lacandón, con, chontal…) distribuidas por áreas en un amplio territorio,
y las lenguas actuales, se hallan, como todas las lenguas originarias de América,
modificada con respecto a las antiguas, lo que supone un pequeño problema para el
desciframiento de los jeroglíficos pues se presta a serias confusiones. La
escritura maya en sí, se origina en las tierras bajas del Petén y Belice, alrededor del 300 a.C., lo que no quiere decir que
culturas anteriores a los mayas no conocieran la escritura, ya que existen
evidencias de la misma desde hace 3.000 años aproximadamente, en la época de los olmecas. Escribían en
diversos soportes: piedra, cerámica, fibras vegetales y madera, aunque los que
perduraron en el tiempo fueron obviamente la piedra y la cerámica. Así,
estelas, peldaños, dinteles de edificios, altares, tronos, paneles, anillos del
juego de la pelota, joyas, vasijas, aparecen profusamente decorados con estos
jeroglíficos, que fueron durante los últimos cien años motivo de controversias
y apasionantes discusiones e investigaciones. En Europa, se conservan los
códices de Dresde, Madrid y París, fuentes valiosas, sobre todo el de Dresde, para el
desciframiento, junto a la relación del misionero español fray Diego de Landa. La mayor parte del resto de documentos que sin duda existieron
en el seno de las comunidades mayas, fueron quemados o destruidos por las inclemencias del tiempo tropical, o los
misioneros (en el caso del área maya de Yucatán, el Provisorato de Indias),
encargados de extirpar las idolatrías de los indígenas, de las que los códices
parecían tener especial importancia. A esta dificultad, se debe sumar que en el
siglo XVIII fallecen los últimos mayas que sabían leer y escribir las
inscripciones. Así, los pocos códices que sobreviven, y la relación de Landa
con su “alfabeto”, resultan fuentes imprescindibles.
Los
pioneros, siglo XIX. En este período
una serie de estudiosos y aventureros dan un primer paso sobre la certeza de
que los “signos” o “glifos” (vocablo que Velásquez quiere erradicar
completamente) mayas tienen un significado
y conforman una escritura, abriendo la puerta a futuras investigaciones. Constantine Rafinesque estudia cinco
páginas del Códice de Dresde, descubriendo el patrón de barras y puntos de la
numeración maya (la barra es un 5, el punto es un 1, y de su combinación se
construyen el resto de números, incluido el 0). Juan Pío Pérez Bermón aportó algo muy importante para la
investigación, ya que compiló manuscritos en maya del siglo XVIII, aunque escritos en el alfabeto latino. John
Lloyd Stephens escribió dos libros sobre la cultura maya con grabados de
estelas, altares, etc., dando a conocer de forma más generalizada la cultura
maya y sus jeroglíficos. Charles Étienne
Brasseur de Bourbourg descubrió, en 1862, un libro del siglo XVII, que era
la copia de otro del siglo XVI, escrito por fray Diego de Landa, donde éste se
defiende de algunas acusaciones emanadas de su actitud en el Auto de Fe de Maní,
donde se azota a los indígenas y se queman sus objetos sagrados con
inscripciones. El texto de Landa es fundamental porque contiene el calendario
en jeroglífico y castellano, así como algunas letras del “alfabeto”, aunque no
todas y con algún error de concepto, en jeroglífico y castellano. León de Rosny pudo leer el jeroglífico
del quetzal (k’uk' en maya), basado en el mencionado texto de Landa, y Cyrus Thomas, quien coleccionaba
facsímiles de códices mayas y de los textos de Landa, logra asociar otros
signos de Landa, con los que aparecen en los códices: el de pavo silvestre,
zopilote y guacamaya, por mencionar algunos, ayudado del método comparativo entre la imagen iconográfica y el texto escrito.
Los antifonetistas, siglos XIX-XX. A pesar de que creían que en América no
había habido ningún tipo de escritura fonética, sino solamente signos ideográficos y que correspondían
a conceptos religiosos y datos calendáricos, astronómicos y
numéricos, aportan interesantes investigaciones que suponen un enorme
avance en el desciframiento de la escritura maya. Ernst Förstemann es un pionero de esta escuela, y rechaza el
alfabeto de Landa de forma radical. Hace una copia facsimilar muy fiel del
Códice de Dresde, cuya 2ª edición (1886) es excelente, con comentarios sobre cada una
de las páginas del texto. Su gran aporte consiste en identificar la diferencia
entre los números rojos (fechas) y los negros (números de distancia de una
fecha a la siguiente), y descubrir el sistema de los números largos (sistema de
cómputo de días, que hoy en día se llama de la cuenta larga). Además, ve que en
el Códice de Dresde aparecen representadas las cuatro estaciones del ciclo sinódico de Venus
(Chak Ek’ en maya, “gran estrella”). Eduard
Seler, por su parte, como estudioso de las religiones pensaba que los signos
eran ideogramas, de un carácter más bien místico o esotérico, relacionado con
la religión maya. Paul Schelhas descubrió los nombres de los dioses en algunos de los signos,
comparando la coincidencia de las representaciones de estos dioses con el signo
correspondiente. Glover M. Allen y Alfred M. Tozzer utilizan el mismo
sistema de comparación entre la imagen iconográfica y el signo correspondiente,
pero con animales, en lugar de dioses como Seler. Alfred P. Mandslay escribe un libro, Biologia Centrali Americana, que
supone uno de los primeros corpus de jeroglíficos mayas confiables, con excelentes fotografías, que
sigue siendo referencia en la actualidad para el estudio de la escritura maya,
ya que algunas de sus fotografías muestran inscripciones que hoy en día se
hallan muy erosionadas por el tiempo.
Joseph T. Goodman descubre algunas correlaciones entre los números y las representaciones
de dioses, y el calendario maya y el cristiano, con un espacio entre los dos de
584.280 días (espacio que sufrió diversas modificaciones según el investigador,
pero él fue el precursor), entre la fecha era juliana (4713 a.C.) y la fecha
era maya (3114 a.C.). Dentro de esta corriente de antifonetistas se encuentran
también Herbert J. Spinden, Sylvanus G. Morley y John E. Teeple, quien define la teoría
de los determinantes y aunque equivocado, abre una interesante brecha de
estudio. Para él, el año maya tenía 365.24219 días, cifra muy similar al año
trópico de 365.2422 días de los astrónomos actuales. También descubre en las
inscripciones el calendario lunar maya basado en el ciclo sinódico de la Luna,
que es de 29.530588 días. Eric Thompson
descifró otros dos signos, el ciclo novenario (1929) y el ciclo de 819 días (1943), y
escribe un gran catálogo de jeroglíficos mayas en 1962.
Los fonetistas, siglo XX. En la primera mitad del siglo XX surgen escasos investigadores que retoman la idea de que los mayas sí tenían una escritura fonética. Hermann Beyer identifica en 1937, patrones recurrentes de signos no calendáricos, astronómicos o numéricos, abriendo la puerta hacia el futuro método de análisis estructural, si bien él no encontraba fonetismo en los grafemas. Benjamin L. Whorf fue el primero en darse cuenta que los jeroglíficos representaban la sintaxis mayense (fecha-verbo-objeto-sujeto), en el Códice de Dresde, constituyendo, a pesar de ser errado en sus lecturas, el primer acercamiento sintáctico. La revolución la abre Yuri Knorozov, quien trabaja incansablemente sobre el "abecedario" de Landa, postulando que para el misionero eran letras del alfabeto, pero para sus informantes indígenas eran sonidos silábicos de escritura abierta (consonante más vocal). Además encontró alguna de las convenciones ortográficas de los escribas mayas, para quienes la última vocal de los enlaces silábicos no se pronunciaba (la segunda sílaba se corresponde con la vocal de la primera), donde la vocal muda se correspondía con la precedente (la-ka=lak), llamado principio de la sinarmonía vocálica. Él encontró que usaban complementación fonética y que tenían una escritura morfofonética. Hipótesis sobre el contenido histórico de las inscripciones. Heinrich Berlin encontró una expresión que tenía dos elementos constantes y uno que variaba de ciudad arqueológica en ciudad, a los que llamó "glifos emblema" (1958). Propuso que en la escritura maya había signos que se referían a seres humanos, y no sólo al calendario, astronomía y números (1959). Tatiana A. Proskouriakoff identificó expresiones jeroglíficas en su minucioso proceso como dibujante de estructuras arqueológicas mayas, que se referían a nacimiento, entronización, muerte, captura, invocación de serpientes y otros acontecimientos de los gobernantes mayas, además de encontrar las secuencias dinásticas de Piedras Negras (1969) y Yaxchilán (1963-64). David H. Kelley aplicó el método de Proskouriakoff, en las inscripciones de Quiriguá, y comprendió que Beyer había realizado el primer análisis estructural de jeroglíficos mayas, un paso importantísimo que constituye un método para descifrar jeroglíficos mayas, que consiste en la comparación de cláusulas recurrentes entre sí, o combinaciones más o menos repetitivas de signos, a fin de encontrar la lectura de nuevos alógrafos, logogramas y signos silábicos, así como reconstruir confiablemente secuencias erosionadas, rotas o parcialmente perdidas. Combinando este análisis, con la postura de Proskouriakoff y el fonetismo de Knorosov, pudo leer los primeros nombres de gobernantes mayas. Ian Graham es quien realiza el corpus más completo conocido hasta ahora de jeroglíficos mayas. Michael D. Coe encuentra secuencias de jeroglíficos en las vasijas cerámicas, en un momento en el que se pensaba que esos signos eran tan sólo ornamentales, y aunque se equivoca bastante en su desciframiento, hace notar que tienen un significado.
Segunda mitad del siglo XX y siglo XXI. Linda Schele, una dibujante carismática y muy mediática, abre
una nueva etapa de popularización de la epigrafía maya, con ella el interés por
su estudio llega a niveles antes no conocidos. Un poco más tarde, un
jovencísimo David S. Stuart, de un
carácter contrario al de Schele, reservado y solitario, publica un pequeño pero
muy interesante ensayo titulado “Ten Phonetic Syllabes (Research Reports on
Ancient Maya Writing)” (1988), sobre la manera de leer 10 sílabas (documento que se
encuentra online). Este arqueólogo utiliza el análisis estructural y encuentra
algunas pinturas y esculturas mayas firmadas por sus autores (por ejemplo
“Akhan Suutz’ lo pintó”), algo que no se sabía hasta el momento. Fue quien
estudió la bella vasija para cacao del sitio de Río Azul (El Petén, Guatemala).
En vasijas mayas encuentra también los seres wahyis (procedente de way=dormir, soñar, sueño),
seres quiméricos que aparecen en los dibujos de estas vasijas, pero nunca en
monumentos públicos. Otro aporte importante de este periodo fue el de Houston,
Robertson y Stuart, quienes descubren la disarmonía vocálica (ju-chi=juuch, chak-ki=chaahk).
Un problema al que se enfrentaron los investigadores en esta segunda mitad de
siglo, fue el de encontrar la filiación lingüística en que están escritas las
inscripciones mayas: ¿a cuál de las 32 lenguas mayas del siglo XVI se parece más
la gramática de las inscripciones? El consenso general es que se parecen más a
las lenguas choltí y chortí, por lo que llamaron choltiano clásico al idioma de las inscripciones. Ya con un
pie en el siglo XXI, y habiendo logrado ya avances notables en la comprensión de la morfología, sintaxis y fonología de las inscripciones mayas, comenzarían los estudios, por primera vez, de la
literatura maya jeroglífica, y es el investigador español Alfonso Lacadena García-Gallo quien realizó importantes grandes
avances al respecto. El presente texto es un muy breve resumen de las
interesantes charlas ofrecidas en el Museu
Egipci de Barcelona por el investigador epigrafista Dr. Érik Velásquez de la UNAM, a quien esperamos verle de vuelta en
otras ocasiones. Se adjunta una bibliografía básica para todos aquellos
interesados en ampliar la información.
Fragmento de calendario maya |
Sistema numérico de la cuenta larga maya |
Los fonetistas, siglo XX. En la primera mitad del siglo XX surgen escasos investigadores que retoman la idea de que los mayas sí tenían una escritura fonética. Hermann Beyer identifica en 1937, patrones recurrentes de signos no calendáricos, astronómicos o numéricos, abriendo la puerta hacia el futuro método de análisis estructural, si bien él no encontraba fonetismo en los grafemas. Benjamin L. Whorf fue el primero en darse cuenta que los jeroglíficos representaban la sintaxis mayense (fecha-verbo-objeto-sujeto), en el Códice de Dresde, constituyendo, a pesar de ser errado en sus lecturas, el primer acercamiento sintáctico. La revolución la abre Yuri Knorozov, quien trabaja incansablemente sobre el "abecedario" de Landa, postulando que para el misionero eran letras del alfabeto, pero para sus informantes indígenas eran sonidos silábicos de escritura abierta (consonante más vocal). Además encontró alguna de las convenciones ortográficas de los escribas mayas, para quienes la última vocal de los enlaces silábicos no se pronunciaba (la segunda sílaba se corresponde con la vocal de la primera), donde la vocal muda se correspondía con la precedente (la-ka=lak), llamado principio de la sinarmonía vocálica. Él encontró que usaban complementación fonética y que tenían una escritura morfofonética. Hipótesis sobre el contenido histórico de las inscripciones. Heinrich Berlin encontró una expresión que tenía dos elementos constantes y uno que variaba de ciudad arqueológica en ciudad, a los que llamó "glifos emblema" (1958). Propuso que en la escritura maya había signos que se referían a seres humanos, y no sólo al calendario, astronomía y números (1959). Tatiana A. Proskouriakoff identificó expresiones jeroglíficas en su minucioso proceso como dibujante de estructuras arqueológicas mayas, que se referían a nacimiento, entronización, muerte, captura, invocación de serpientes y otros acontecimientos de los gobernantes mayas, además de encontrar las secuencias dinásticas de Piedras Negras (1969) y Yaxchilán (1963-64). David H. Kelley aplicó el método de Proskouriakoff, en las inscripciones de Quiriguá, y comprendió que Beyer había realizado el primer análisis estructural de jeroglíficos mayas, un paso importantísimo que constituye un método para descifrar jeroglíficos mayas, que consiste en la comparación de cláusulas recurrentes entre sí, o combinaciones más o menos repetitivas de signos, a fin de encontrar la lectura de nuevos alógrafos, logogramas y signos silábicos, así como reconstruir confiablemente secuencias erosionadas, rotas o parcialmente perdidas. Combinando este análisis, con la postura de Proskouriakoff y el fonetismo de Knorosov, pudo leer los primeros nombres de gobernantes mayas. Ian Graham es quien realiza el corpus más completo conocido hasta ahora de jeroglíficos mayas. Michael D. Coe encuentra secuencias de jeroglíficos en las vasijas cerámicas, en un momento en el que se pensaba que esos signos eran tan sólo ornamentales, y aunque se equivoca bastante en su desciframiento, hace notar que tienen un significado.
Vasija para cacao del sitio maya Río Azul (Petén, Guatemala) |
Bibliografía básica
Ayala Falcón, Maricela.
1985. El fonetismo en la escritura maya
Coe, Michael. 2010. El desciframiento de los glifos mayas
Coe, Michael. 2012. Breaking the Maya Code
Houston, Stephen D. 1989. Reading the Past. Maya Glyphs
Guerrero Orozco, Ana
María. 2003. Una visión histórica de los
estudios sobre el desciframiento de la escritura maya (desde fray Diego de
Landa hasta la primera mitad del siglo XX). Tesis de maestría
Ortega Peña, Elsa. 2001. Fundamentos de epigrafía maya en los
investgadores alemanes del siglo XIX
Pope, Maurice. 2003. Detectives del pasado. Una historia del
desciframiento. De los jeroglíficos egipcios a la escritura maya
Sharer, Robert J. 1998. La civilización maya
Stuart, David. 1995. A
Study of Maya Inscriptions
Velásquez García, Érik. 2011. “Gramática de los jeroglíficos mayas: una nueva revolución en el campo de la epigrafía (1998-2013)”, en Memorias del IV Encuentro de la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística
Velásquez García, Érik. 2011. “Gramática de los jeroglíficos mayas: una nueva revolución en el campo de la epigrafía (1998-2013)”, en Memorias del IV Encuentro de la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística
Códices de
México, Memorias y Saberes. México, 18Set2014-11Ene2015
A propósito de jeroglíficos mayas (Curso “Historia del desciframiento de la escritura maya”), se desarrolla en estos momentos la exposición “Códices de México, Memorias y Saberes”, para celebrar los 50 años del Museo Nacional de Antropología y los 75 del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Por primera vez en la Historia los códices resguardados en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia se muestran al público para compartir su belleza artística, la profundidad de su contenido y su relevancia universal. Los códices (Ver) constituyen una de las fuentes más importantes para acercarnos a las culturas antiguas de México, y son memoria de su alto grado de desarrollo cultural, artístico y científico. Elaborados sobre diferentes materiales, representan sistemas complejos de creencias que abarcan diversos ámbitos: geográficos, históricos, económicos, calendáricos y simbólicos. Aún hoy, las comunidades originarias recurren a ellos como fuente histórica, respaldo legal y símbolo de identidad. En la página web de la exposición aparece una muy completa información sobre los códices: ENTRAR
Enlaces relacionados:
Knórosov: El desciframiento de la escritura maya (Vídeo)
A propósito de jeroglíficos mayas (Curso “Historia del desciframiento de la escritura maya”), se desarrolla en estos momentos la exposición “Códices de México, Memorias y Saberes”, para celebrar los 50 años del Museo Nacional de Antropología y los 75 del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Por primera vez en la Historia los códices resguardados en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia se muestran al público para compartir su belleza artística, la profundidad de su contenido y su relevancia universal. Los códices (Ver) constituyen una de las fuentes más importantes para acercarnos a las culturas antiguas de México, y son memoria de su alto grado de desarrollo cultural, artístico y científico. Elaborados sobre diferentes materiales, representan sistemas complejos de creencias que abarcan diversos ámbitos: geográficos, históricos, económicos, calendáricos y simbólicos. Aún hoy, las comunidades originarias recurren a ellos como fuente histórica, respaldo legal y símbolo de identidad. En la página web de la exposición aparece una muy completa información sobre los códices: ENTRAR
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Knórosov: El desciframiento de la escritura maya (Vídeo)
IT IS a NEW! Do you know Greeks?
ResponderEliminarRead Hieroglyphics of Egypt and Maya!
Read all the prehistoric writings of the World!
- It is necessary, we must to reread the Hieroglyphs in language which they were written! -
- for specialists and non! -
http://bouzanis.blogspot.gr/2017/03/the-inscribed-ceramic-utensils-of-maya.html
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