"Señor" de Úcupe |
Un interesante recorrido
por los principales descubrimientos arqueológicos de las últimas décadas en
Perú, demuestra, o más bien confirma, la supremacía de la mujer en numerosas
sociedades prehispánicas, rompiendo el esquema más aceptado hasta hace poco sobre
el género masculino como el único que podía alcanzar rangos superiores. Las
excavaciones en los departamentos de Lambayeque y La Libertad, y más tarde en
Áncash, han sido reveladoras: la Dama de Cao (llamada también la “dama de los
tatuajes”), el Señor de Úcupe que según nuevos descubrimientos no era un
hombre, la Sacerdotisa de Chornancap, la Sacerdotisa de San José de Moro en el
valle de Jequetepeque… Y el hallazgo más reciente, la tumba real Wari en
Huarmey (departamento de Áncash), ponen de manifiesto, una vez más, la
importancia del rol de la mujer en esas culturas del norte de Perú. Un
sorprendente panorama de sitios arqueológicos indicarían que el rol de la mujer
en la sociedad prehispánica peruana sería mucho más importante de lo que hasta
ahora se pensaba, constituyendo verdaderos matriarcados. ¿Qué es un
matriarcado? Un matriarcado es el gobierno de un pueblo dirigido por una o más
mujeres, que ostentaban poder político, religioso y cultural. A pesar de que el
concepto es tan antiguo como la historia del hombre, el primer estudio escrito
que sugirió esta forma de organización fue presentado por el antropólogo suizo
Johann Jakob Bachofen a mediados del siglo XIX, a partir de lo cual se produjo
un especial interés por verificarlo en diferentes culturas del mundo. Conferencia matriarcado Perú prehispánico 21 mayo 2014
En América: las “Amazonas”. Algunas crónicas hablan de la presencia de mujeres poderosas en diversas zonas de la América Precolombina. Gonzalo Fernández de Oviedo comenta que en las primeras islas a las que llegó con Colón, había mujeres indígenas que vivían en repúblicas y eran señoras sobre sí, a imitación de las Amazonas. A lo largo de su crónica, suministra datos sobre algunos conquistadores que, bajo el mando de Jerónimo Dortal, hallaron en tierra firme pueblos donde las mujeres eran reinas, cacicas o señoras absolutas. También recogió en sus crónicas rumores de pueblos habitados y gobernados por mujeres en las costas de Venezuela, Colombia, Quito y México. Nuño de Guzmán y sus huestes, conquistadores de Nueva Galicia (Jalisco), conocieron una población de mujeres a las que luego los españoles comenzaron a llamar “amazonas”. Nuño de Guzmán otorgó permiso a Gonzalo López, su maestre de campo, para explorar esa región y éste, con el permiso de ellas, entró con su tropa en el pueblo donde vivían, llamado Ciguatán o Ciguatlam (actual Cihuatlán), vocablo que quiere decir “Pueblo de Mujeres”. Asimismo, se tuvieron noticias por parte del capitán Francisco de Orellana y los descubridores que navegaban con él, que la cacica Conori gobernaba en Tierra Firme, en Quito (entre el río Marañón y el Río de la Plata o Paraguanazú), un territorio de más de trescientas leguas pobladas de mujeres, sin presencia de hombres. Fernández de Oviedo explicó que era tanto el poderío de esta gobernanta, que le rendían obediencia y tributo los grandes señores. Otra cacica de la que se habla en las crónicas es la del pueblo llamado Jalameco, que recibió al gobernador Hernando de Soto con gran fastuosidad. Otro dato sobre la presencia de “amazonas” en el Nuevo Mundo, es de junio de 1542: fray Gaspar de Carvajal consignó que él y quienes lo acompañaban, las vieron luchando como capitanas al frente de un batallón de hombres indígenas, y peleaban tan valientemente, que los hombres bajo su mando no se atrevían a rendirse y a aquellos que intentaban retirarse, los mataban ahí mismo, ante los españoles. A pesar de que algunos españoles no creían que eran realmente las “amazonas”, muchos de ellos venían influidos por las leyendas de estas mujeres guerreras, y las comparaban con las cacicas.
En Perú: roles de la mujer en la sociedad peruana prehispánica. Hasta hace poco en Perú, como en el resto de culturas, se ha presentado a la figura masculina como el personaje por excelencia respecto a la tenencia del poder político, religioso, social y económico. Incluso es cierto que la documentación histórica y arqueológica reflejan constantemente evidencias que sugieren organizaciones patriarcales, donde la mujer es vinculada a las actividades de elaboración de tejidos, cerámicas y labores agrícolas, y frecuentemente también con deidades “secundarias” como Mamachocha (esposa de Viracocha, diosa del mar), Mamaquilla (esposa de Inti, la luna), Pachamama (la tierra) o Mamasara (diosa del maíz y los alimentos), mientras que las deidades masculinas como Viracocha (dios creador), Inti (el sol), Pachacámac (dios de los terremotos) o Illapa (dios del trueno y el clima), son las más importantes. Sin embargo, algunas crónicas históricas (escritas por los primeros colonizadores y que fueron en el futuro ignoradas) ya nos hablaban de elementos claros de matriarcado también en esta parte de la geografía americana, en los que la mujer, además de poseer gran poder y realizar labores tradicionalmente masculinas, como la guerra, también tenían un rol relacionado con la adivinación y la curación, antes relacionado mayoritariamente con chamanes de sexo masculino. Estas mujeres eran pitonisas (con poderes adivinatorios), y también hechiceras (con poderes de curación), con la carga cultural que ello poseía en el pasado. Los testimonios documentales, no hacen más que confirmar la cosmovisión andina, en la que se da gran relevancia a la mujer, incluso en los patriarcados, no como un ser de menos importancia que el hombre, sino como contraparte o complemento, tal como indica la dualidad de todas las cosas en la cosmovisión andina.
Crónicas históricas: las Capullanas. Las crónicas del siglo XVI hablan abundantemente de las Capullanas, mujeres que dirigieron en diversos poblados de toda la costa norte del Perú. Fray Bartolomé de las Casas señala en sus escritos la dominación de las Capullanas que gobernaban los yungas (término de origen quechua que define regiones de clima semicálido de baja montaña a ambos lados de los Andes) de la costa norte, y también indica la ejecución de elaboración de tejidos por parte de los hombres. Pedro Cieza de León narra contactos entre los conquistadores españoles y una señora que gobernaba los yungas de la costa norte, mencionando la predominancia de mujeres en la zona y señalando a la cacica de Paita como las más importante en jerarquía. Fray Reginaldo de Lizárraga describe duramente a las Capullanas, como mujeres que desechaban a sus maridos si no se encontraban satisfechas con ellos, y narra la celebración del matrimonio entre la gobernante y su nuevo esposo frente a la humillación del anterior. La Relación de Quipucamayos documenta que eran las mujeres que gobernaban mayormente la costa y que se las llamaba Capullanas en una zona, y Tallaponas en otra. Menciona sin embargo, que la organización patriarcal funcionaba igualmente en otras zonas y poblados, donde como hemos dicho, no significa que la mujer fuera menos valorada, sino parte esencial de la eterna dualidad andina.
Arqueología: nuevos hallazgos. Pero como dijimos, a pesar de las crónicas que hablaban de la existencia de poblados donde eran las mujeres quienes gobernaban, en general esto no se reflejaba en los textos de historia, y tampoco podían ser contrastadas por hallazgos arqueológicos relevantes. Sin embargo, en los últimos decenios se vienen sucediendo en Perú descubrimientos asombrosos que confirman definitivamente lo que ya afirmaban estas crónicas. Perú posee una increíble riqueza de yacimientos en todo su territorio, donde se calculan cerca de 100.000 sitios arqueológicos. Sólo en 2005 se encontraron restos en 5.000 localizaciones nuevas, y concretamente sobre el tema que nos ocupa, en los últimos veinte años se han desencadenado una serie de hallazgos relacionados con las culturas precolombinas en la costa norte de Perú, especialmente la mochica (siglos I a.C. a VIII d.C.), la lambayeque (siglos VIII a XIV d.C.) y más recientemente la wari (siglos VII a IX d.C.), que con sus tumbas de personajes femeninos notables, ricos en ajuares funerarios, están reescribiendo la historia que se conocía hasta ahora, y ratifican la tenencia de poder de la mujer, rasgo que se mantuvo hasta la llegada de los españoles. No se sabe a ciencia cierta en qué momento aparecen las mujeres en la escena política preinca, ni por qué, pero Wester La Torre (director de las excavaciones de la Sacerdotisa de Chornancap) apunta que curiosamente, es en la época final de cada cultura, cuando aparecen las mujeres en la vida religiosa y en el escenario del poder... habría que ver si esta presencia femenina fue una respuesta política de la sociedad en un momento de crisis para generar estabilidad, o fue tal vez una respuesta consciente de la necesaria presencia del género femenino en el poder. La explosión de nuevos descubrimientos tiene fecha de inicio en 1987, cuando se encontró la tumba intacta del Señor de Sipán, perteneciente a la cultura mochica. Después de siglos de saqueo ininterrumpido de las huacas (antiguos templos, lugares sagrados, pero también dioses tutelares), a partir de este descubrimiento se han podido emprender proyectos científicos que ponen en valor una región llena de misterios, que abarca los departamentos de Lambayeque, La Libertad y Áncash.
La Dama de Cao. Provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Cultura mochica (siglo I a.C.-VIII d.C.). Complejo Arqueológico El Brujo, 2004. A una hora en coche desde Trujillo (La Libertad) se llega al Complejo Arqueológico El Brujo, que incluye el sitio llamado Huaca Partida y en cuya brecha central se han realizado, y se siguen realizando desde hace siglos, rituales secretos. Se trata de una zona que ha tenido ocupación humana continua desde hace cinco milenios. El arqueólogo Régulo Franco Jordán (Instituto Nacional de Cultura), encontró un importante personaje en la Huaca de Cao Viejo junto a otros individuos, dos de ellos mujeres jóvenes sacrificadas, cuatro hombres y un niño. Fue el primer hallazgo del siglo XXI de un enterramiento de personaje femenino de alta jerarquía, que en su momento planteó un giro radical en el conocimiento que se tenía de la historia de los mochica. Este personaje, que hasta no ser despojado de los finísimos envoltorios de algodón que le cubrían (26 capas), no presentaba indicios de sexo (a no ser por las radiografías donde ya se insinuaba que era una mujer), resultó ser una mujer muy joven (18 a 25 años de edad, lo que hablaba de su condición hereditaria) y menuda (1,45 a 1,50m). Su estado de conservación era magnífico. En el pasado, las sacerdotisas al amortajarla, recubrieron su cuerpo enteramente con cinabrio (sulfuro de mercurio), sustancia que impidió la descomposición, a pesar de no estar tratado con ninguna técnica de momificación o embalsamamiento. El cinabrio (una sustancia rojo escarlata) era considerado sagrado y era utilizado además para ahuyentar a los insectos durante el enfardado (que duraba días), y evitar a los saqueadores de tumbas ya que es un potente veneno que en contacto con el aire templado desprende gases tóxicos, por lo que se presupone que las sacerdotisas que lo aplicaron en el cuerpo de la dama, murieron posteriormente.
La Dama de Cao tenía los brazos, manos y pies tatuados, lo que confirmó su jerarquía junto al riquísimo ajuar que le acompañaba, y su condición de pitonisa y hechicera, lo que significaba que predecía y dominaba la naturaleza y las acciones de los gobernados. Dibujos de sinuosas serpientes y amenazantes arañas surcaban su brazo derecho y en el izquierdo, lucía intrincados signos, así como en las manos y los tobillos. Las claves de su reinado se deducen de su rico ajuar, que normalmente se encontraba sólo en las tumbas de los grandes gobernantes y guerreros moche. Vestía una sencilla túnica de algodón con dibujos geométricos, pero su cabeza estaba coronada por una gran diadema alada de oro. El oro también adornaba su nariz y rodeaba su cuello (18 collares), así como la plata, el lapislázuli, el cuarzo y la turquesa. Dos bastones de madera forrados de cobre dorado (mediante la técnica de tumbaga) eran su apoyo en las ceremonias, ritos donde saludaba a los guerreros vencedores y daba paso al castigo de los humillados. En muchas ocasiones las piezas mochica no son de oro, sino una aleación de oro, cobre y plata, llamada tumbaga y que en Europa no se conoció hasta bien entrado el siglo XIX. Esta aleación permitía que el oro aflorara a la superficie y diera esa sensación de dorado perpetuo, cuando en realidad el metal más abundante era el cobre. Diademas y coronas del mismo metal completaban su ajuar y sobre su rostro y corazón, dos platos de oro. Su muerte siendo aún tan joven, entre los 18 y 25 años, plantea algunos interrogantes. ¿Fue a consecuencia del parto? Los estudios antropológicos confirman que fue madre al menos una vez, y tal vez murió en el parto o enseguida después del mismo (sus caderas estaban muy abiertas y su vientre presentaba estrías). ¿Precipitaron quizá su desaparición enemigos dentro de su corte? En realidad no se sabe aún la causa de su muerte. La Huaca de Cao Viejo era la principal de las cinco pirámides truncas en el recinto de El Brujo, con bellísimas pinturas murales: cuerdas de prisioneros, guerreros, sacrificios y el omnipresente Ai Apaec (el degollador). Otra muestra impresionante de la arquitectura y el arte mochica, donde, tal como en las otras, se realizaban sacrificios humanos, y donde después de degollar a los vencidos, la sangre era bebida por los oficiantes (y también por la sacerdotisa o dama de Cao) y ofrecida a Ai Apaec.
El “Señor” de Úcupe. Provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Cultura mochica (siglo I a.C.-VIII d.C.). En la base de la Huaca El Pueblo (pirámide escalonada de ladrillos de adobe), las excavaciones dirigidas por el canadiense Steve Bourget comenzaron en 2004. Cuatro años más tarde, en 2008, encontraban la tumba del Señor de Úcupe, un individuo de unos 30 años de edad, majestuosa vestimenta y rico ajuar funerario, contemporáneo al Señor de Sipán, de hace unos 1.700 años. Entre los hallazgos en su ajuar funerario se encontraron 19 tocados de oro, varias piezas de joyería, y dos máscaras funerarias. Lo acompañaban los esqueletos de otros dos hombres y una mujer embarazada. El cuerpo del personaje principal estaba cubierto con una túnica adornada de pequeñas placas de cobre dorado, y poseía un collar en forma de disco y sonajeros de plata que rodeaban su cuello. En la cabeza llevaba una corona de cobre dorado, y en la parte superior de su cuerpo habían sido dispuestas otras seis coronas y diez tocados en forma de “v”. Otra diadema fue doblada por la mitad y colocada encima de su cabeza. El “Señor” de Úcupe, como se le llamó, había sido luego envuelto en un gran fardo hecho de caña y textiles, junto con objetos que sugieren su condición política. Encima de todo esto finalmente presentaba una diadema, primer objeto localizado por los arqueólogos. El “Señor” de Úcupe fue enterrado encima de otro hombre y a su lado había un segundo hombre colocado encima de una mujer embarazada, algo que resultaba extraño. En su momento no se explicaban la relación del líder con los otros hombres. Ahora sin embargo, se especula con la idea de que el “Señor” de Úcupe, podría ser en realidad, una mujer, lo que sería mucho más lógico. En 2012 se exhibieron varias piezas de este importante hallazgo en el Museo Tumbas Reales del Señor de Sipán de Lambayeque, donde permanecerán hasta que el nuevo Museo de Sitio de Úcupe esté finalizado.
La Sacerdotisa de Chornancap. Provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Cultura lambayeque (siglos VIII-XIV d.C.). El trascendente rol que este personaje encontrado en 2011 desempeñó en la vida y religiosidad de su pueblo, revela una vez más el equilibro de género que ya imperaba en esos tiempos (siglo XII d.C.), por la importante posición jerárquica que ocupó esta mujer. El director del Museo Brüning, Carlos Wester La Torre, también director del proyecto Chotuna-Chornancap, dirigió este descubrimiento efectuado en octubre de 2011 en el Complejo Huaca Chotuna-Chornancap, que ya se excavaba desde 2009, y que permitió corroborar una vez más la importancia de las sacerdotisas en las culturas preincas. En este caso se trataba de una mujer de unos 25 a 30 años de edad, lo cual estaría señalando también que su cargo era hereditario. Sus funciones eran eminentemente religiosas, relacionadas con rituales como sacrificios, recepción de ofrendas y celebraciones en torno al cambio de estaciones, el movimiento de la luna o observaciones marítimas que le servían para las predicciones. Es de destacar que a sólo medio metro por debajo de la tumba de la sacerdotisa, se encontró recientemente otra tumba, ésta subterránea; una tumba acuática en la que un segundo personaje fue enterrado, y que se mantuvo inundado deliberadamente, por lo que se presume que estaría vinculado al culto al agua, la cual otorgaba vida a toda la comarca, más bien seca, con las lluvias, ríos y agua subterránea. Debido al exceso de humedad en esa tumba no se ha podido todavía determinar las características ni el sexo del personaje, ni la relación con la sacerdotisa. Sin embargo, las investigaciones posteriores a los restos y su entorno funerario, permitieron determinar el alto rango que ostentaba. Ocupaba una plataforma de entierro superior, y estaba rodeada de otros acompañantes, guardias y personajes. Además la indumentaria, finas joyas y ceramios con los que fue enterrada, revelaron la importancia de su personalidad. Objetos como orejeras de oro y plata, un cetro ceremonial de oro, vasos bimetálicos (en oro y plata), pectorales de concha ecuatoriana Spondyllus, conos, collares, un fino mate burilado de plata, máscaras estilizadas, entre otros, formaban parte del ajuar funerario de la sacerdotisa.
La Sacerdotisa de San José de Moro Provincia de Chepén, departamento de La Libertad. Cultura mochica (siglo I a.C.-VIII d.C.). En el valle de Jequetepeque, la tumba encontrada en 1991 cuando ya estaban terminando la campaña en San José de Moro dirigida por Cristopher B. Donnan y Luis Jaime Castillo (PUCP Pontificia U. Católica del Perú), fue de las primeras de esta sucesión de grandes hallazgos. La llamaron la tumba de la sacerdotisa de la “ceremonia del sacrificio”. La zona llevaba 18 años siendo excavada (por saqueadores) y ya se habían encontrado en la zona unos 500 contextos funerarios que abarcaban unos 1.000 años, del 400 al 1400d.C. (del mochica al chimú), a disposición de los huaqueros y traficantes de antigüedades. De las tres tumbas de cámara excavadas por los arqueólogos Donnan y Castillo en el valle, la más compleja correspondía a una mujer adulta de alto rango, una mujer gruesa de unos 40 años de edad, rodeada de dos ancianas. La tumba era aproximadamente de 5 metros de largo por 3.5 metros de ancho, y estaba formada por paredes de adobe, en las que habían espacios para nichos, seis en las paredes laterales y cuatro en la pared sur hacia donde apuntaba la cabeza de la mujer. En estos nichos se encontraban ricas piezas de cerámica mochica. Se hallaron cinco individuos en total, entre ellos niños, algo frecuente en los enterramientos de esta época, no se sabe si por la costumbre de enterrarlos con sus progenitores, o por la alta mortandad producida quizá, por las epidemias, o por el fenómeno de “El Niño” que azotaba la zona con frecuencia. Se encontraron claras evidencias que esta comunidad estaba envuelta en intercambios de productos a larga distancia y que su élite invertía un gran esfuerzo para obtener materiales exóticos y productos preciosos, como finos ceramios de claro origen foráneo, platos de estilo Cajamarca, finas botellas de estilo Nievería, y un tipo de cerámica que se fabricaba en el valle del Rímac en la costa Central del Perú. Sobre las manos y el pecho de la mujer, se hallaban conchas Spondylus traídas desde Ecuador, y alrededor de su cuello, cuentas cilíndricas de lapislázuli traídas desde Chile.
La Tumba Real Wari. Provincia de Huarmey, departamento de Áncash. Cultura wari (siglos VII-IX d.C.). Castillo de Huarmey (4,5 horas de Lima hacia el norte). Fue un descubrimiento asombroso, que constituye la primera tumba sin saquear de los Wari, la antigua civilización que construyó el imperio más antiguo de América del Sur entre 700 y 1000 d.C. A pesar de que se dio a conocer el año pasado (2013), ya en enero de 2010 Milosz Giersz, Krzystof Makowsky y un equipo reducido escudriñaron la zona utilizando fotografía aérea y equipo de escaneo geofísico. En una cresta entre dos pirámides grandes de adobe, ubicaron el contorno débil de lo que parecía ser un mausoleo subterráneo y donde los saqueadores de tumbas habían arrojado escombros. Al excavar este lugar en 2012, Giersz y su equipo pusieron al descubierto una sala ceremonial antigua con un trono de piedra, debajo del cual se encontraba una cámara amplia sellada con 30 toneladas de relleno de piedra suelta. Dentro del relleno había una maza enorme de madera tallada, y además, cinabrio. Así supieron que tenían el mausoleo principal, pero se dieron cuenta que si se filtraba que su equipo polaco-peruano había descubierto un templo de 1200 años lleno de artefactos preciosos de oro y plata, los saqueadores llegarían en tropel. Así que Giersz y Roberto Pimentel Nita, codirector del proyecto, excavaron silenciosamente durante meses en una de las cámaras fúnebres. Conforme los arqueólogos quitaron cuidadosamente el relleno, descubrieron hileras de cuerpos humanos enterrados en posición sentada y envueltos en textiles, bastante mal conservados. Cerca de ahí, en tres pequeñas cámaras laterales, se encontraban los restos de las tres reinas wari y muchas de las posesiones preciadas, incluyendo herramientas para hilar, hechas de oro, y más de 1.000 artefactos, incluyendo joyería sofisticada de oro y plata, hachas de bronce y utensilios de oro.
Era como un mausoleo de toda la nobleza wari en la región norte del Perú, un imperio pasado por alto, y desconocido en esa zona ya que la capital se halla en el sur, en Arequipa. Los señores wari han sido históricamente opacados por los incas posteriores, cuyos logros fueron documentados extensivamente por los conquistadores españoles, pero la realidad es que en los siglos VIII y IX d.C., los wari construyeron un imperio que se extendió por buena parte del Perú actual. Su capital andina, Huari, se convirtió en una de las grandes ciudades del mundo, que en su cenit, ostentaba un estimado de alrededor de 40.000 habitantes. Cómo fue exactamente que los wari forjaron su imperio, permanece como un misterio arqueológico eterno. ¿Fue mediante conquistas, tal vez mediante persuasión? Todavía no se ha podido demostrar. La construcción de un mausoleo imperial en El Castillo muestra que los señores wari conquistaron y controlaron políticamente esta parte de la costa norte, y probablemente desempeñaron un papel clave en la caída del imperio septentrional moche. Los cuerpos de las reinas sepultadas tenían rastros de pupas de insectos, lo que revelaba que hubo asistentes que las habían sacado de la cámara funeraria y expuesto al aire. Esto sugiere que los wari exhibían las momias de sus reinas en el trono de la sala ceremonial, lo que permitía a los vivos venerar a sus muertos, como en muchas otras culturas andinas. También habían enterrados adornos para las orejas incrustados de oro y plata, cuencos de plata, hachas rituales de bronce, una copa inusual de alabastro, cuchillos, contenedores para hojas de coca, cerámicas pintadas con colores brillantes provenientes de muchas partes del mundo andino, y otros objetos preciosos. Pero para los arqueólogos el mayor tesoro de la tumba (la primera real encontrada intacta) fue la nueva riqueza informativa sobre el imperio wari.
El hombre de las cavernas. Por otra parte, hubo un momento aún más lejano en el tiempo, en que la sociedad estaba organizada en grupos matriarcales, aunque los antropólogos todavía discuten sobre el tema pues las evidencias no son concluyentes y desgraciadamente, desde la arqueología no podemos saber cómo era el reparto del trabajo o de la autoridad en función del sexo, si es que existía tal cosa, durante la Prehistoria. En cualquier caso, después de milenios de dominio patriarcal, han llegado hasta nosotros algunos vestigios de aquel pasado, y además, no existe ningún dato objetivo que demuestre que aquellas eran sociedades patriarcales. Sea cual fuere el papel de cada sexo durante la Prehistoria, hay que valorar en su justa medida la importancia de cada actividad: cazar no es más importante que contribuir a perpetuar la especie o proveer al grupo de plantas, frutos y raíces, alimentos que se están revelando como importantes en la dieta según los últimos estudios. También puede desmentirse el tópico desde la perspectiva mediática: ¿por qué en libros, revistas y películas sobre la Prehistoria aparecen los niños con las mujeres y casi nunca con los hombres? Podrían perfectamente ser visiones desde el presente.
Enlace de interés: Conferencia matriarcado Perú prehispánico 21 de mayo 2014
En América: las “Amazonas”. Algunas crónicas hablan de la presencia de mujeres poderosas en diversas zonas de la América Precolombina. Gonzalo Fernández de Oviedo comenta que en las primeras islas a las que llegó con Colón, había mujeres indígenas que vivían en repúblicas y eran señoras sobre sí, a imitación de las Amazonas. A lo largo de su crónica, suministra datos sobre algunos conquistadores que, bajo el mando de Jerónimo Dortal, hallaron en tierra firme pueblos donde las mujeres eran reinas, cacicas o señoras absolutas. También recogió en sus crónicas rumores de pueblos habitados y gobernados por mujeres en las costas de Venezuela, Colombia, Quito y México. Nuño de Guzmán y sus huestes, conquistadores de Nueva Galicia (Jalisco), conocieron una población de mujeres a las que luego los españoles comenzaron a llamar “amazonas”. Nuño de Guzmán otorgó permiso a Gonzalo López, su maestre de campo, para explorar esa región y éste, con el permiso de ellas, entró con su tropa en el pueblo donde vivían, llamado Ciguatán o Ciguatlam (actual Cihuatlán), vocablo que quiere decir “Pueblo de Mujeres”. Asimismo, se tuvieron noticias por parte del capitán Francisco de Orellana y los descubridores que navegaban con él, que la cacica Conori gobernaba en Tierra Firme, en Quito (entre el río Marañón y el Río de la Plata o Paraguanazú), un territorio de más de trescientas leguas pobladas de mujeres, sin presencia de hombres. Fernández de Oviedo explicó que era tanto el poderío de esta gobernanta, que le rendían obediencia y tributo los grandes señores. Otra cacica de la que se habla en las crónicas es la del pueblo llamado Jalameco, que recibió al gobernador Hernando de Soto con gran fastuosidad. Otro dato sobre la presencia de “amazonas” en el Nuevo Mundo, es de junio de 1542: fray Gaspar de Carvajal consignó que él y quienes lo acompañaban, las vieron luchando como capitanas al frente de un batallón de hombres indígenas, y peleaban tan valientemente, que los hombres bajo su mando no se atrevían a rendirse y a aquellos que intentaban retirarse, los mataban ahí mismo, ante los españoles. A pesar de que algunos españoles no creían que eran realmente las “amazonas”, muchos de ellos venían influidos por las leyendas de estas mujeres guerreras, y las comparaban con las cacicas.
En Perú: roles de la mujer en la sociedad peruana prehispánica. Hasta hace poco en Perú, como en el resto de culturas, se ha presentado a la figura masculina como el personaje por excelencia respecto a la tenencia del poder político, religioso, social y económico. Incluso es cierto que la documentación histórica y arqueológica reflejan constantemente evidencias que sugieren organizaciones patriarcales, donde la mujer es vinculada a las actividades de elaboración de tejidos, cerámicas y labores agrícolas, y frecuentemente también con deidades “secundarias” como Mamachocha (esposa de Viracocha, diosa del mar), Mamaquilla (esposa de Inti, la luna), Pachamama (la tierra) o Mamasara (diosa del maíz y los alimentos), mientras que las deidades masculinas como Viracocha (dios creador), Inti (el sol), Pachacámac (dios de los terremotos) o Illapa (dios del trueno y el clima), son las más importantes. Sin embargo, algunas crónicas históricas (escritas por los primeros colonizadores y que fueron en el futuro ignoradas) ya nos hablaban de elementos claros de matriarcado también en esta parte de la geografía americana, en los que la mujer, además de poseer gran poder y realizar labores tradicionalmente masculinas, como la guerra, también tenían un rol relacionado con la adivinación y la curación, antes relacionado mayoritariamente con chamanes de sexo masculino. Estas mujeres eran pitonisas (con poderes adivinatorios), y también hechiceras (con poderes de curación), con la carga cultural que ello poseía en el pasado. Los testimonios documentales, no hacen más que confirmar la cosmovisión andina, en la que se da gran relevancia a la mujer, incluso en los patriarcados, no como un ser de menos importancia que el hombre, sino como contraparte o complemento, tal como indica la dualidad de todas las cosas en la cosmovisión andina.
Crónicas históricas: las Capullanas. Las crónicas del siglo XVI hablan abundantemente de las Capullanas, mujeres que dirigieron en diversos poblados de toda la costa norte del Perú. Fray Bartolomé de las Casas señala en sus escritos la dominación de las Capullanas que gobernaban los yungas (término de origen quechua que define regiones de clima semicálido de baja montaña a ambos lados de los Andes) de la costa norte, y también indica la ejecución de elaboración de tejidos por parte de los hombres. Pedro Cieza de León narra contactos entre los conquistadores españoles y una señora que gobernaba los yungas de la costa norte, mencionando la predominancia de mujeres en la zona y señalando a la cacica de Paita como las más importante en jerarquía. Fray Reginaldo de Lizárraga describe duramente a las Capullanas, como mujeres que desechaban a sus maridos si no se encontraban satisfechas con ellos, y narra la celebración del matrimonio entre la gobernante y su nuevo esposo frente a la humillación del anterior. La Relación de Quipucamayos documenta que eran las mujeres que gobernaban mayormente la costa y que se las llamaba Capullanas en una zona, y Tallaponas en otra. Menciona sin embargo, que la organización patriarcal funcionaba igualmente en otras zonas y poblados, donde como hemos dicho, no significa que la mujer fuera menos valorada, sino parte esencial de la eterna dualidad andina.
Arqueología: nuevos hallazgos. Pero como dijimos, a pesar de las crónicas que hablaban de la existencia de poblados donde eran las mujeres quienes gobernaban, en general esto no se reflejaba en los textos de historia, y tampoco podían ser contrastadas por hallazgos arqueológicos relevantes. Sin embargo, en los últimos decenios se vienen sucediendo en Perú descubrimientos asombrosos que confirman definitivamente lo que ya afirmaban estas crónicas. Perú posee una increíble riqueza de yacimientos en todo su territorio, donde se calculan cerca de 100.000 sitios arqueológicos. Sólo en 2005 se encontraron restos en 5.000 localizaciones nuevas, y concretamente sobre el tema que nos ocupa, en los últimos veinte años se han desencadenado una serie de hallazgos relacionados con las culturas precolombinas en la costa norte de Perú, especialmente la mochica (siglos I a.C. a VIII d.C.), la lambayeque (siglos VIII a XIV d.C.) y más recientemente la wari (siglos VII a IX d.C.), que con sus tumbas de personajes femeninos notables, ricos en ajuares funerarios, están reescribiendo la historia que se conocía hasta ahora, y ratifican la tenencia de poder de la mujer, rasgo que se mantuvo hasta la llegada de los españoles. No se sabe a ciencia cierta en qué momento aparecen las mujeres en la escena política preinca, ni por qué, pero Wester La Torre (director de las excavaciones de la Sacerdotisa de Chornancap) apunta que curiosamente, es en la época final de cada cultura, cuando aparecen las mujeres en la vida religiosa y en el escenario del poder... habría que ver si esta presencia femenina fue una respuesta política de la sociedad en un momento de crisis para generar estabilidad, o fue tal vez una respuesta consciente de la necesaria presencia del género femenino en el poder. La explosión de nuevos descubrimientos tiene fecha de inicio en 1987, cuando se encontró la tumba intacta del Señor de Sipán, perteneciente a la cultura mochica. Después de siglos de saqueo ininterrumpido de las huacas (antiguos templos, lugares sagrados, pero también dioses tutelares), a partir de este descubrimiento se han podido emprender proyectos científicos que ponen en valor una región llena de misterios, que abarca los departamentos de Lambayeque, La Libertad y Áncash.
La Dama de Cao. Provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Cultura mochica (siglo I a.C.-VIII d.C.). Complejo Arqueológico El Brujo, 2004. A una hora en coche desde Trujillo (La Libertad) se llega al Complejo Arqueológico El Brujo, que incluye el sitio llamado Huaca Partida y en cuya brecha central se han realizado, y se siguen realizando desde hace siglos, rituales secretos. Se trata de una zona que ha tenido ocupación humana continua desde hace cinco milenios. El arqueólogo Régulo Franco Jordán (Instituto Nacional de Cultura), encontró un importante personaje en la Huaca de Cao Viejo junto a otros individuos, dos de ellos mujeres jóvenes sacrificadas, cuatro hombres y un niño. Fue el primer hallazgo del siglo XXI de un enterramiento de personaje femenino de alta jerarquía, que en su momento planteó un giro radical en el conocimiento que se tenía de la historia de los mochica. Este personaje, que hasta no ser despojado de los finísimos envoltorios de algodón que le cubrían (26 capas), no presentaba indicios de sexo (a no ser por las radiografías donde ya se insinuaba que era una mujer), resultó ser una mujer muy joven (18 a 25 años de edad, lo que hablaba de su condición hereditaria) y menuda (1,45 a 1,50m). Su estado de conservación era magnífico. En el pasado, las sacerdotisas al amortajarla, recubrieron su cuerpo enteramente con cinabrio (sulfuro de mercurio), sustancia que impidió la descomposición, a pesar de no estar tratado con ninguna técnica de momificación o embalsamamiento. El cinabrio (una sustancia rojo escarlata) era considerado sagrado y era utilizado además para ahuyentar a los insectos durante el enfardado (que duraba días), y evitar a los saqueadores de tumbas ya que es un potente veneno que en contacto con el aire templado desprende gases tóxicos, por lo que se presupone que las sacerdotisas que lo aplicaron en el cuerpo de la dama, murieron posteriormente.
La Dama de Cao tenía los brazos, manos y pies tatuados, lo que confirmó su jerarquía junto al riquísimo ajuar que le acompañaba, y su condición de pitonisa y hechicera, lo que significaba que predecía y dominaba la naturaleza y las acciones de los gobernados. Dibujos de sinuosas serpientes y amenazantes arañas surcaban su brazo derecho y en el izquierdo, lucía intrincados signos, así como en las manos y los tobillos. Las claves de su reinado se deducen de su rico ajuar, que normalmente se encontraba sólo en las tumbas de los grandes gobernantes y guerreros moche. Vestía una sencilla túnica de algodón con dibujos geométricos, pero su cabeza estaba coronada por una gran diadema alada de oro. El oro también adornaba su nariz y rodeaba su cuello (18 collares), así como la plata, el lapislázuli, el cuarzo y la turquesa. Dos bastones de madera forrados de cobre dorado (mediante la técnica de tumbaga) eran su apoyo en las ceremonias, ritos donde saludaba a los guerreros vencedores y daba paso al castigo de los humillados. En muchas ocasiones las piezas mochica no son de oro, sino una aleación de oro, cobre y plata, llamada tumbaga y que en Europa no se conoció hasta bien entrado el siglo XIX. Esta aleación permitía que el oro aflorara a la superficie y diera esa sensación de dorado perpetuo, cuando en realidad el metal más abundante era el cobre. Diademas y coronas del mismo metal completaban su ajuar y sobre su rostro y corazón, dos platos de oro. Su muerte siendo aún tan joven, entre los 18 y 25 años, plantea algunos interrogantes. ¿Fue a consecuencia del parto? Los estudios antropológicos confirman que fue madre al menos una vez, y tal vez murió en el parto o enseguida después del mismo (sus caderas estaban muy abiertas y su vientre presentaba estrías). ¿Precipitaron quizá su desaparición enemigos dentro de su corte? En realidad no se sabe aún la causa de su muerte. La Huaca de Cao Viejo era la principal de las cinco pirámides truncas en el recinto de El Brujo, con bellísimas pinturas murales: cuerdas de prisioneros, guerreros, sacrificios y el omnipresente Ai Apaec (el degollador). Otra muestra impresionante de la arquitectura y el arte mochica, donde, tal como en las otras, se realizaban sacrificios humanos, y donde después de degollar a los vencidos, la sangre era bebida por los oficiantes (y también por la sacerdotisa o dama de Cao) y ofrecida a Ai Apaec.
El “Señor” de Úcupe. Provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Cultura mochica (siglo I a.C.-VIII d.C.). En la base de la Huaca El Pueblo (pirámide escalonada de ladrillos de adobe), las excavaciones dirigidas por el canadiense Steve Bourget comenzaron en 2004. Cuatro años más tarde, en 2008, encontraban la tumba del Señor de Úcupe, un individuo de unos 30 años de edad, majestuosa vestimenta y rico ajuar funerario, contemporáneo al Señor de Sipán, de hace unos 1.700 años. Entre los hallazgos en su ajuar funerario se encontraron 19 tocados de oro, varias piezas de joyería, y dos máscaras funerarias. Lo acompañaban los esqueletos de otros dos hombres y una mujer embarazada. El cuerpo del personaje principal estaba cubierto con una túnica adornada de pequeñas placas de cobre dorado, y poseía un collar en forma de disco y sonajeros de plata que rodeaban su cuello. En la cabeza llevaba una corona de cobre dorado, y en la parte superior de su cuerpo habían sido dispuestas otras seis coronas y diez tocados en forma de “v”. Otra diadema fue doblada por la mitad y colocada encima de su cabeza. El “Señor” de Úcupe, como se le llamó, había sido luego envuelto en un gran fardo hecho de caña y textiles, junto con objetos que sugieren su condición política. Encima de todo esto finalmente presentaba una diadema, primer objeto localizado por los arqueólogos. El “Señor” de Úcupe fue enterrado encima de otro hombre y a su lado había un segundo hombre colocado encima de una mujer embarazada, algo que resultaba extraño. En su momento no se explicaban la relación del líder con los otros hombres. Ahora sin embargo, se especula con la idea de que el “Señor” de Úcupe, podría ser en realidad, una mujer, lo que sería mucho más lógico. En 2012 se exhibieron varias piezas de este importante hallazgo en el Museo Tumbas Reales del Señor de Sipán de Lambayeque, donde permanecerán hasta que el nuevo Museo de Sitio de Úcupe esté finalizado.
La Sacerdotisa de Chornancap. Provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Cultura lambayeque (siglos VIII-XIV d.C.). El trascendente rol que este personaje encontrado en 2011 desempeñó en la vida y religiosidad de su pueblo, revela una vez más el equilibro de género que ya imperaba en esos tiempos (siglo XII d.C.), por la importante posición jerárquica que ocupó esta mujer. El director del Museo Brüning, Carlos Wester La Torre, también director del proyecto Chotuna-Chornancap, dirigió este descubrimiento efectuado en octubre de 2011 en el Complejo Huaca Chotuna-Chornancap, que ya se excavaba desde 2009, y que permitió corroborar una vez más la importancia de las sacerdotisas en las culturas preincas. En este caso se trataba de una mujer de unos 25 a 30 años de edad, lo cual estaría señalando también que su cargo era hereditario. Sus funciones eran eminentemente religiosas, relacionadas con rituales como sacrificios, recepción de ofrendas y celebraciones en torno al cambio de estaciones, el movimiento de la luna o observaciones marítimas que le servían para las predicciones. Es de destacar que a sólo medio metro por debajo de la tumba de la sacerdotisa, se encontró recientemente otra tumba, ésta subterránea; una tumba acuática en la que un segundo personaje fue enterrado, y que se mantuvo inundado deliberadamente, por lo que se presume que estaría vinculado al culto al agua, la cual otorgaba vida a toda la comarca, más bien seca, con las lluvias, ríos y agua subterránea. Debido al exceso de humedad en esa tumba no se ha podido todavía determinar las características ni el sexo del personaje, ni la relación con la sacerdotisa. Sin embargo, las investigaciones posteriores a los restos y su entorno funerario, permitieron determinar el alto rango que ostentaba. Ocupaba una plataforma de entierro superior, y estaba rodeada de otros acompañantes, guardias y personajes. Además la indumentaria, finas joyas y ceramios con los que fue enterrada, revelaron la importancia de su personalidad. Objetos como orejeras de oro y plata, un cetro ceremonial de oro, vasos bimetálicos (en oro y plata), pectorales de concha ecuatoriana Spondyllus, conos, collares, un fino mate burilado de plata, máscaras estilizadas, entre otros, formaban parte del ajuar funerario de la sacerdotisa.
La Sacerdotisa de San José de Moro Provincia de Chepén, departamento de La Libertad. Cultura mochica (siglo I a.C.-VIII d.C.). En el valle de Jequetepeque, la tumba encontrada en 1991 cuando ya estaban terminando la campaña en San José de Moro dirigida por Cristopher B. Donnan y Luis Jaime Castillo (PUCP Pontificia U. Católica del Perú), fue de las primeras de esta sucesión de grandes hallazgos. La llamaron la tumba de la sacerdotisa de la “ceremonia del sacrificio”. La zona llevaba 18 años siendo excavada (por saqueadores) y ya se habían encontrado en la zona unos 500 contextos funerarios que abarcaban unos 1.000 años, del 400 al 1400d.C. (del mochica al chimú), a disposición de los huaqueros y traficantes de antigüedades. De las tres tumbas de cámara excavadas por los arqueólogos Donnan y Castillo en el valle, la más compleja correspondía a una mujer adulta de alto rango, una mujer gruesa de unos 40 años de edad, rodeada de dos ancianas. La tumba era aproximadamente de 5 metros de largo por 3.5 metros de ancho, y estaba formada por paredes de adobe, en las que habían espacios para nichos, seis en las paredes laterales y cuatro en la pared sur hacia donde apuntaba la cabeza de la mujer. En estos nichos se encontraban ricas piezas de cerámica mochica. Se hallaron cinco individuos en total, entre ellos niños, algo frecuente en los enterramientos de esta época, no se sabe si por la costumbre de enterrarlos con sus progenitores, o por la alta mortandad producida quizá, por las epidemias, o por el fenómeno de “El Niño” que azotaba la zona con frecuencia. Se encontraron claras evidencias que esta comunidad estaba envuelta en intercambios de productos a larga distancia y que su élite invertía un gran esfuerzo para obtener materiales exóticos y productos preciosos, como finos ceramios de claro origen foráneo, platos de estilo Cajamarca, finas botellas de estilo Nievería, y un tipo de cerámica que se fabricaba en el valle del Rímac en la costa Central del Perú. Sobre las manos y el pecho de la mujer, se hallaban conchas Spondylus traídas desde Ecuador, y alrededor de su cuello, cuentas cilíndricas de lapislázuli traídas desde Chile.
La Tumba Real Wari. Provincia de Huarmey, departamento de Áncash. Cultura wari (siglos VII-IX d.C.). Castillo de Huarmey (4,5 horas de Lima hacia el norte). Fue un descubrimiento asombroso, que constituye la primera tumba sin saquear de los Wari, la antigua civilización que construyó el imperio más antiguo de América del Sur entre 700 y 1000 d.C. A pesar de que se dio a conocer el año pasado (2013), ya en enero de 2010 Milosz Giersz, Krzystof Makowsky y un equipo reducido escudriñaron la zona utilizando fotografía aérea y equipo de escaneo geofísico. En una cresta entre dos pirámides grandes de adobe, ubicaron el contorno débil de lo que parecía ser un mausoleo subterráneo y donde los saqueadores de tumbas habían arrojado escombros. Al excavar este lugar en 2012, Giersz y su equipo pusieron al descubierto una sala ceremonial antigua con un trono de piedra, debajo del cual se encontraba una cámara amplia sellada con 30 toneladas de relleno de piedra suelta. Dentro del relleno había una maza enorme de madera tallada, y además, cinabrio. Así supieron que tenían el mausoleo principal, pero se dieron cuenta que si se filtraba que su equipo polaco-peruano había descubierto un templo de 1200 años lleno de artefactos preciosos de oro y plata, los saqueadores llegarían en tropel. Así que Giersz y Roberto Pimentel Nita, codirector del proyecto, excavaron silenciosamente durante meses en una de las cámaras fúnebres. Conforme los arqueólogos quitaron cuidadosamente el relleno, descubrieron hileras de cuerpos humanos enterrados en posición sentada y envueltos en textiles, bastante mal conservados. Cerca de ahí, en tres pequeñas cámaras laterales, se encontraban los restos de las tres reinas wari y muchas de las posesiones preciadas, incluyendo herramientas para hilar, hechas de oro, y más de 1.000 artefactos, incluyendo joyería sofisticada de oro y plata, hachas de bronce y utensilios de oro.
Era como un mausoleo de toda la nobleza wari en la región norte del Perú, un imperio pasado por alto, y desconocido en esa zona ya que la capital se halla en el sur, en Arequipa. Los señores wari han sido históricamente opacados por los incas posteriores, cuyos logros fueron documentados extensivamente por los conquistadores españoles, pero la realidad es que en los siglos VIII y IX d.C., los wari construyeron un imperio que se extendió por buena parte del Perú actual. Su capital andina, Huari, se convirtió en una de las grandes ciudades del mundo, que en su cenit, ostentaba un estimado de alrededor de 40.000 habitantes. Cómo fue exactamente que los wari forjaron su imperio, permanece como un misterio arqueológico eterno. ¿Fue mediante conquistas, tal vez mediante persuasión? Todavía no se ha podido demostrar. La construcción de un mausoleo imperial en El Castillo muestra que los señores wari conquistaron y controlaron políticamente esta parte de la costa norte, y probablemente desempeñaron un papel clave en la caída del imperio septentrional moche. Los cuerpos de las reinas sepultadas tenían rastros de pupas de insectos, lo que revelaba que hubo asistentes que las habían sacado de la cámara funeraria y expuesto al aire. Esto sugiere que los wari exhibían las momias de sus reinas en el trono de la sala ceremonial, lo que permitía a los vivos venerar a sus muertos, como en muchas otras culturas andinas. También habían enterrados adornos para las orejas incrustados de oro y plata, cuencos de plata, hachas rituales de bronce, una copa inusual de alabastro, cuchillos, contenedores para hojas de coca, cerámicas pintadas con colores brillantes provenientes de muchas partes del mundo andino, y otros objetos preciosos. Pero para los arqueólogos el mayor tesoro de la tumba (la primera real encontrada intacta) fue la nueva riqueza informativa sobre el imperio wari.
El hombre de las cavernas. Por otra parte, hubo un momento aún más lejano en el tiempo, en que la sociedad estaba organizada en grupos matriarcales, aunque los antropólogos todavía discuten sobre el tema pues las evidencias no son concluyentes y desgraciadamente, desde la arqueología no podemos saber cómo era el reparto del trabajo o de la autoridad en función del sexo, si es que existía tal cosa, durante la Prehistoria. En cualquier caso, después de milenios de dominio patriarcal, han llegado hasta nosotros algunos vestigios de aquel pasado, y además, no existe ningún dato objetivo que demuestre que aquellas eran sociedades patriarcales. Sea cual fuere el papel de cada sexo durante la Prehistoria, hay que valorar en su justa medida la importancia de cada actividad: cazar no es más importante que contribuir a perpetuar la especie o proveer al grupo de plantas, frutos y raíces, alimentos que se están revelando como importantes en la dieta según los últimos estudios. También puede desmentirse el tópico desde la perspectiva mediática: ¿por qué en libros, revistas y películas sobre la Prehistoria aparecen los niños con las mujeres y casi nunca con los hombres? Podrían perfectamente ser visiones desde el presente.
¿¿
ResponderEliminarque bueno
ResponderEliminarEs excelente, existen contenidos científicos que desconocía como docente de Historia del Perú. La línea de investigación es envidiable. Continúen en ese paradigma.
ResponderEliminarGracias, me ha servido demasiado. Mario Moreno Chumacero