Para dimensionar en
plenitud el real sentido y alcance que tenían las fortificaciones españolas en
la isla Robinson Crusoe (una de las tres islas, la única habitada y de 93km2,
del Archipiélago Juan Fernández), se debe entender la función estratégica que
desempañaba el Archipiélago Juan Fernández (islas Robinson Crusoe, Alejandro Selkirk y Santa Clara, a unos 700 km al oeste de la costa
central de Chile) en el escenario geopolítico mundial del siglo XVIII, en el
que no faltan situaciones anecdóticas, grandes batallas y tesoros escondidos.
Un equipo de arqueólogos chilenos lleva años estudiando las ruinas de estas
fortificaciones del siglo XVIII en el archipiélago, las cuales relacionan
directamente con la Guerra del Asiento (de la oreja de Jenkins para los
ingleses). Además, varios grupos de historiadores y cazatesoros, se han
aventurado a buscar en la isla el famoso tesoro de Lord Anson, derrotado en
dicha contienda.
Cañón perteneciente a la Fortaleza de Santa Bárbara (Robinson Crusoe) |
Equipo Proyecto Juan Fernández (2010) registrando un cañón en Puerto Inglés |
La guerra de la oreja de Jenkins
Luego de la guerra entre
España e Inglaterra (1726-1727), donde también participaron Francia y los
Países Bajos, se firmó el Tratado de Sevilla (1729), en el cual España ratifica
el dominio de Inglaterra (vigente desde el tratado de Utrecht) sobre Gibraltar,
Menorca y entre otras concesiones (como el tráfico de esclavos), le permite
comerciar directamente con los puertos americanos, hasta entonces privilegio
del comercio español metropolitano. Sin embargo, España se reservaba el “derecho
de visita”, vale decir, podía inspeccionar las naves inglesas en sus costas. Pese
a que el comercio inglés se benefició de estas ventajas, se resistieron a
cumplir las restricciones, y constantemente cometían contrabando y otras
infracciones, las que eran sancionadas por las autoridades españolas que las
sorprendían, como el capitán Julio León Fandiño, que en 1731 apresó al
contrabandista inglés Robert Jenkins,
a quien en castigo, le cortó una oreja.
Pintura que representa batalla naval entre España e Inglaterra |
Posteriormente, en 1738,
en el clímax del paroxismo de la propaganda antiespañola de los grandes comerciantes
ingleses, Jenkins se presentó ante una comisión de la Cámara de los Comunes,
con un frasco conteniendo lo que supuestamente era su oreja cortada, y con gran
dramatismo se quejó de la arrogancia española, repitiendo la frase que le había
dicho su verdugo hispano al devolverle la oreja cortada: "Ve y dile a tu
rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". Eran tantos y tan
cuantiosos los intereses involucrados, que la prensa sajona hizo amplio eco de
esta “humillación” (acaecida siete años atrás), preparando Inglaterra un plan
de ataque y declarando la guerra a España, con la intención de arrebatarle sus
dominios americanos. Esta guerra duró desde 1739 hasta 1748, y se llamó la
Guerra del Asiento, “la guerra de la oreja de Jenkins” para los ingleses.
Fortín San Felipe de Cartagena de Indias (Colombia). Estatua de Blas de Lezo |
El plan de ataque inglés
fue tremendamente ofensivo, con tres enormes flotas al mando del almirante Lord Edward Vernon (la más poderosa de
la época, para atacar desde el Caribe), el comodoro George Anson (para atacar del sur de Chile hasta el istmo de
Panamá) y el capitán Cornwall (que
debía circunnavegar el cabo de Buena Esperanza y atacar Oriente, las Filipinas
y luego México). Sin embargo, a pesar de todo este poderío, los defensores de
Cartagena de Indias, al mando de Blas de
Lezo y Olavarrieta, alcanzaban apenas 3.000 hombres (entre soldados y
milicianos) a los que se sumaron 600 flecheros indígenas llegados desde el
interior del territorio, y lograron infringir una formidable derrota a los
ingleses de Vernon, al extremo que
el rey Jorge II prohibió hablar o escribir sobre esta batalla, uno de los
mayores desastres navales de Inglaterra, no solo en el siglo XVIII, si no en
toda su historia. En Cartagena (Colombia), se erige una estatua de Blas de Lezo
con placa conmemorativa que reza: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus
Colonias. Cartagena de Indias, Marzo de 1741”. Vídeo: Blas de Lezo y Vernon en Cartagena (5min)
Muralla de Fortaleza de Santa Bárbara (Robinson Crusoe) |
En cuanto a George Anson, su flota quedó diezmada
al cruzar el cabo de Hornos, los temporales separaron sus naves, algunas de las
cuales se extraviaron, logrando llegar a Juan Fernández, pero a tan mal traer
que aunque su misión estaba condenada al fracaso, pudo recuperar fuerzas en el
archipiélago de Juan Fernández (instalándose en un valle que hasta hoy lleva su
nombre y donde dijo una vez: "Abran una ventana en el bosque, que quiero ver el mar"), y luego de
hostilizar el comercio español y dar la vuelta al mundo, fue recibido en
Inglaterra como héroe (en parte debido a que sus actos de piratería y saqueo de
poblaciones indefensas le valieron pingües dividendos a los comerciantes
ingleses que habían costeado su expedición), llegando incluso a ser en dos
períodos "Primer Lord del Almirantazgo". A su regreso (1744), solo se
contaban 188 sobrevivientes de los 1.854 que habían partido. Aún así, Lord Anson es ensalzado por esta
"odisea". La reciente película "Capitán
de mar y de guerra" está inspirada en estos episodios... "pero
como en inglés la historia se escribe distinto", en la película el
capitán ingles persigue obstinadamente a un buque francés... siendo que en la realidad
su periplo fue una frenética huida de los navíos españoles que le daban caza.
En cuanto a las fortificaciones del
Archipiélago Juan Fernández, aquí viene la explicación. Fue una tremenda
derrota para Inglaterra, pero España debió precaver un nuevo intento de ataque,
por lo que por temor, fortificó el archipiélago donde Anson pudo reponer
fuerzas, quedando entre toda esta convulsa historia, las acciones piratas y
contrabandistas menores, como meras anécdotas domingueras.
El tesoro de Lord Anson
En cuanto al legendario
tesoro llamado de Lord Anson, que podría haber escondido éste durante su
reclusión en la isla (1742-44), es en realidad el tesoro de un corsario
español, Juan Esteban Ubilla y Echeverría, quien lo habría enterrado allí
por causa de los desacuerdos entre los Borbones y los Habsburgo. Más tarde, por
1759, y muerto el español, Lord Anson, enterándose de la existencia del tesoro,
envió a Cornelius Webb en el
“Unicorn” a recuperarlo, quien supuestamente lo desenterró de la bahía de
Cumberland para luego volver a enterrarlo (en la West Bay o Puerto Inglés) al
no poder salir de la isla en condiciones seguras, no sin antes realizar un
detallado inventario, después de lo cual, fallece. Es desde los años ’50 que
varios equipos de investigadores y aventureros han ido en su búsqueda sin
resultados positivos por el momento. Mucho se ha especulado sobre el lugar
exacto que lo albergaría. Fue a mediados de los años 1950s que Jorge Di Giorgio
llegó en su yate a la bahía de Cumberland, donde se enteró de la leyenda a
través de Luis Cousiño. Decidido a pesquisar más antecedentes sobre este
misterio se contactó con su amiga Tita Díaz, quien años antes se había casado
con el diplomático inglés Sir Archibald Clark Kerr, más tarde convertido en
Lord. De modo que Tita Díaz tuvo acceso a importantes contactos en la alta
sociedad Inglesa de la época, y se dirigió al castillo de Lord Anson donde
encontró una serie de cartas escritas en clave que envió a su amigo Di Giorgio en
Chile. Las cartas estaban escritas en clave, y fueron “descifradas” por una
mujer que hizo una interpretación muy personal de las mismas. Según ella
hablaban de enterrar pertenencias de la Corona, hacer explotar el barco, y
frases que reflejaban la existencia de un tesoro, con indicaciones del lugar
exacto.
Bernard Keiser en Robinson Crusoe Foto: Gabriel Pérez Mardones |
Luis Cousiño había
encontrado, años antes, un cofre con un sobre de plomo en cuyo interior había
un documento que Angélica Lyon vuelve a intentar interpretar, lo que parecía
ser un relato escrito en los últimos días del capitán aquejado por una
enfermedad, Cornelius Webb, a Lord
Anson, donde le comunica el inventario de la carga del “Unicorn” (864 bolsas
con oro, 200 barras de oro, 21 barriles con piedras preciosas y joyas, un baúl
dorado conteniendo una rosa de oro y esmeraldas de dos pies de altura, quizá la
mítica “rosa de los vientos”, y 160 cofres con monedas de oro y plata), y el
lugar donde ha sido escondido, con palabras en clave (escondite valle de Anson
un cable desde punto de observación en dirección piedra amarilla grande
profundidad 15 pies). A pesar de que Di Giorgio no obtuvo resultados en su
búsqueda, estas investigaciones abrieron camino para el nacimiento de una
leyenda, con la que muchos han soñado. Más recientemente, es en 1995 que el historiador holandés
nacionalizado estadounidense, Bernard
Keiser, avalado por la National Geographic, inició exhaustivas excavaciones
en busca del mentado tesoro enterrado. No sin antes, hacer una investigación acuciosa
que lo llevó por diferentes archivos donde se conservaban documentos en el
viejo continente, que le condujeron a una misión arqueológica ejecutada en la
pequeña bahía de Puerto Inglés.
Robot de la empresa Wagner (R.Crusoe) |
Incluso en 2005, el Intendente de Valparaíso (V
Región de Chile), Luis Guastavino,
atraído por los rumores del tesoro, valuado en 10.000 millones de dólares, y de
acuerdo con el alcalde de Juan Fernández, Leopoldo González, echó mano a toda
la técnica del TR araña (a.k.a. Arturito), un robot georadar que supuestamente
captó el tesoro en el sector denominado Tres Puntas, quedando finalmente todos
los esfuerzos en nada. Aunque hay una confusión sobre este tesoro detectado,
entre el de Lord Anson y el del corsario español Juan Esteban Ubilla y Echeverría, quien habría ocultado su tesoro
en 1715, para luego ser desenterrado por Cornelius
Webb (para Lord Anson) y luego
vuelto a enterrar. La ley chilena sobre Monumentos
Nacionales señala que en el caso de hallazgos arqueológicos, antropológicos o
paleontológicos en terrenos protegidos, su propiedad es del Estado chileno,
aunque el Código Civil incluye la posibilidad de un reparto a partes iguales
entre los descubridores y el Estado, que había sido la fórmula alcanzada en
este caso, aunque la empresa Wagner (propietaria del robot) habría estipulado
el reparto de su porción entre los pobladores de la isla y obras de
beneficencia. Sin embargo, el escurridizo tesoro no pudo ser hallado.
Cañón en Puerto Inglés (Robinson Crusoe, Archipiélago Juan Fernández). Foto: Felipe Paredes Vergara |
Las fortalezas y cañones de Robinson Crusoe
Es en 1749, cuando se
inicia la construcción del fuerte Santa Bárbara, el cual disponía de quince
cañones para la defensa central del puerto de San Juan Bautista o bahía de
Cumberland (en el fondo de la cual se halla el crucero alemán Dresden,
bombardeado en 1912 por navíos ingleses). Además en la isla se encuentran: las
baterías de San José con ocho cañones en playa, el fortín San Carlos con cuatro
cañones, el San Francisco Javier con otros cuatro, la atalaya de Pangal con
cinco, la defensa rasante en Puerto Inglés, con otros cuatro cañones, una
séptima batería en la ensenada de Villagra, con cuatro cañones, y la batería en
Puerto Francés con otros cuatro cañones, para un total de 48 cañones en defensa
del archipiélago. Queda muy claro que después de los sucesos de la guerra de
los Asientos, sumado a todas las incursiones de corsarios y piratas a las que
la isla estaba expuesta, la Corona española decidió mantener fuertemente
protegido el pequeño archipiélago de Juan Fernández.
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