13 de febrero de 2013

Robinson Crusoe (A. Juan Fernández): la guerra de la oreja de Jenkins y el tesoro de Lord Anson


Para dimensionar en plenitud el real sentido y alcance que tenían las fortificaciones españolas en la isla Robinson Crusoe (una de las tres islas, la única habitada y de 93km2, del Archipiélago Juan Fernández), se debe entender la función estratégica que desempañaba el Archipiélago Juan Fernández (islas Robinson Crusoe, Alejandro Selkirk y Santa Clara, a unos 700 km al oeste de la costa central de Chile) en el escenario geopolítico mundial del siglo XVIII, en el que no faltan situaciones anecdóticas, grandes batallas y tesoros escondidos. Un equipo de arqueólogos chilenos lleva años estudiando las ruinas de estas fortificaciones del siglo XVIII en el archipiélago, las cuales relacionan directamente con la Guerra del Asiento (de la oreja de Jenkins para los ingleses). Además, varios grupos de historiadores y cazatesoros, se han aventurado a buscar en la isla el famoso tesoro de Lord Anson, derrotado en dicha contienda.
Cañón perteneciente a la Fortaleza de Santa Bárbara (Robinson Crusoe)
Equipo Proyecto Juan Fernández (2010)
registrando un cañón en Puerto Inglés

La guerra de la oreja de Jenkins
Luego de la guerra entre España e Inglaterra (1726-1727), donde también participaron Francia y los Países Bajos, se firmó el Tratado de Sevilla (1729), en el cual España ratifica el dominio de Inglaterra (vigente desde el tratado de Utrecht) sobre Gibraltar, Menorca y entre otras concesiones (como el tráfico de esclavos), le permite comerciar directamente con los puertos americanos, hasta entonces privilegio del comercio español metropolitano. Sin embargo, España se reservaba el “derecho de visita”, vale decir, podía inspeccionar las naves inglesas en sus costas. Pese a que el comercio inglés se benefició de estas ventajas, se resistieron a cumplir las restricciones, y constantemente cometían contrabando y otras infracciones, las que eran sancionadas por las autoridades españolas que las sorprendían, como el capitán Julio León Fandiño, que en 1731 apresó al contrabandista inglés Robert Jenkins, a quien en castigo, le cortó una oreja.
Pintura que representa batalla naval
entre España e Inglaterra
Posteriormente, en 1738, en el clímax del paroxismo de la propaganda antiespañola de los grandes comerciantes ingleses, Jenkins se presentó ante una comisión de la Cámara de los Comunes, con un frasco conteniendo lo que supuestamente era su oreja cortada, y con gran dramatismo se quejó de la arrogancia española, repitiendo la frase que le había dicho su verdugo hispano al devolverle la oreja cortada: "Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve". Eran tantos y tan cuantiosos los intereses involucrados, que la prensa sajona hizo amplio eco de esta “humillación” (acaecida siete años atrás), preparando Inglaterra un plan de ataque y declarando la guerra a España, con la intención de arrebatarle sus dominios americanos. Esta guerra duró desde 1739 hasta 1748, y se llamó la Guerra del Asiento, “la guerra de la oreja de Jenkins” para los ingleses.
Fortín San Felipe de Cartagena de Indias
(Colombia). Estatua de Blas de Lezo
El plan de ataque inglés fue tremendamente ofensivo, con tres enormes flotas al mando del almirante Lord Edward Vernon (la más poderosa de la época, para atacar desde el Caribe), el comodoro George Anson (para atacar del sur de Chile hasta el istmo de Panamá) y el capitán Cornwall (que debía circunnavegar el cabo de Buena Esperanza y atacar Oriente, las Filipinas y luego México). Sin embargo, a pesar de todo este poderío, los defensores de Cartagena de Indias, al mando de Blas de Lezo y Olavarrieta, alcanzaban apenas 3.000 hombres (entre soldados y milicianos) a los que se sumaron 600 flecheros indígenas llegados desde el interior del territorio, y lograron infringir una formidable derrota a los ingleses de Vernon, al extremo que el rey Jorge II prohibió hablar o escribir sobre esta batalla, uno de los mayores desastres navales de Inglaterra, no solo en el siglo XVIII, si no en toda su historia. En Cartagena (Colombia), se erige una estatua de Blas de Lezo con placa conmemorativa que reza: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus Colonias. Cartagena de Indias, Marzo de 1741”. Vídeo: Blas de Lezo y Vernon en Cartagena (5min)
Muralla de Fortaleza de Santa Bárbara (Robinson Crusoe)
En cuanto a George Anson, su flota quedó diezmada al cruzar el cabo de Hornos, los temporales separaron sus naves, algunas de las cuales se extraviaron, logrando llegar a Juan Fernández, pero a tan mal traer que aunque su misión estaba condenada al fracaso, pudo recuperar fuerzas en el archipiélago de Juan Fernández (instalándose en un valle que hasta hoy lleva su nombre y donde dijo una vez: "Abran una ventana en el bosque, que quiero ver el mar"), y luego de hostilizar el comercio español y dar la vuelta al mundo, fue recibido en Inglaterra como héroe (en parte debido a que sus actos de piratería y saqueo de poblaciones indefensas le valieron pingües dividendos a los comerciantes ingleses que habían costeado su expedición), llegando incluso a ser en dos períodos "Primer Lord del Almirantazgo". A su regreso (1744), solo se contaban 188 sobrevivientes de los 1.854 que habían partido. Aún así, Lord Anson es ensalzado por esta "odisea". La reciente película "Capitán de mar y de guerra" está inspirada en estos episodios... "pero como en inglés la historia se escribe distinto", en la película el capitán ingles persigue obstinadamente a un buque francés... siendo que en la realidad su periplo fue una frenética huida de los navíos españoles que le daban caza. En cuanto a las fortificaciones del Archipiélago Juan Fernández, aquí viene la explicación. Fue una tremenda derrota para Inglaterra, pero España debió precaver un nuevo intento de ataque, por lo que por temor, fortificó el archipiélago donde Anson pudo reponer fuerzas, quedando entre toda esta convulsa historia, las acciones piratas y contrabandistas menores, como meras anécdotas domingueras. 
El tesoro de Lord Anson
En cuanto al legendario tesoro llamado de Lord Anson, que podría haber escondido éste durante su reclusión en la isla (1742-44), es en realidad el tesoro de un corsario español,  Juan Esteban Ubilla y Echeverría, quien lo habría enterrado allí por causa de los desacuerdos entre los Borbones y los Habsburgo. Más tarde, por 1759, y muerto el español, Lord Anson, enterándose de la existencia del tesoro, envió a Cornelius Webb en el “Unicorn” a recuperarlo, quien supuestamente lo desenterró de la bahía de Cumberland para luego volver a enterrarlo (en la West Bay o Puerto Inglés) al no poder salir de la isla en condiciones seguras, no sin antes realizar un detallado inventario, después de lo cual, fallece. Es desde los años ’50 que varios equipos de investigadores y aventureros han ido en su búsqueda sin resultados positivos por el momento. Mucho se ha especulado sobre el lugar exacto que lo albergaría. Fue a mediados de los años 1950s que Jorge Di Giorgio llegó en su yate a la bahía de Cumberland, donde se enteró de la leyenda a través de Luis Cousiño. Decidido a pesquisar más antecedentes sobre este misterio se contactó con su amiga Tita Díaz, quien años antes se había casado con el diplomático inglés Sir Archibald Clark Kerr, más tarde convertido en Lord. De modo que Tita Díaz tuvo acceso a importantes contactos en la alta sociedad Inglesa de la época, y se dirigió al castillo de Lord Anson donde encontró una serie de cartas escritas en clave que envió a su amigo Di Giorgio en Chile. Las cartas estaban escritas en clave, y fueron “descifradas” por una mujer que hizo una interpretación muy personal de las mismas. Según ella hablaban de enterrar pertenencias de la Corona, hacer explotar el barco, y frases que reflejaban la existencia de un tesoro, con indicaciones del lugar exacto.
Bernard Keiser en Robinson Crusoe
Foto: Gabriel Pérez Mardones
Luis Cousiño había encontrado, años antes, un cofre con un sobre de plomo en cuyo interior había un documento que Angélica Lyon vuelve a intentar interpretar, lo que parecía ser un relato escrito en los últimos días del capitán aquejado por una enfermedad, Cornelius Webb, a Lord Anson, donde le comunica el inventario de la carga del “Unicorn” (864 bolsas con oro, 200 barras de oro, 21 barriles con piedras preciosas y joyas, un baúl dorado conteniendo una rosa de oro y esmeraldas de dos pies de altura, quizá la mítica “rosa de los vientos”, y 160 cofres con monedas de oro y plata), y el lugar donde ha sido escondido, con palabras en clave (escondite valle de Anson un cable desde punto de observación en dirección piedra amarilla grande profundidad 15 pies). A pesar de que Di Giorgio no obtuvo resultados en su búsqueda, estas investigaciones abrieron camino para el nacimiento de una leyenda, con la que muchos han soñado. Más recientemente, es en 1995 que el historiador holandés nacionalizado estadounidense, Bernard Keiser, avalado por la National Geographic, inició exhaustivas excavaciones en busca del mentado tesoro enterrado. No sin antes, hacer una investigación acuciosa que lo llevó por diferentes archivos donde se conservaban documentos en el viejo continente, que le condujeron a una misión arqueológica ejecutada en la pequeña bahía de Puerto Inglés.
Robot de la empresa Wagner (R.Crusoe)
Incluso en 2005, el Intendente de Valparaíso (V Región de Chile), Luis Guastavino,  atraído por los rumores del tesoro, valuado en 10.000 millones de dólares, y de acuerdo con el alcalde de Juan Fernández, Leopoldo González, echó mano a toda la técnica del TR araña (a.k.a. Arturito), un robot georadar que supuestamente captó el tesoro en el sector denominado Tres Puntas, quedando finalmente todos los esfuerzos en nada. Aunque hay una confusión sobre este tesoro detectado, entre el de Lord Anson y el del corsario español Juan Esteban Ubilla y Echeverría, quien habría ocultado su tesoro en 1715, para luego ser desenterrado por Cornelius Webb (para Lord Anson) y luego vuelto a enterrar. La ley chilena sobre Monumentos Nacionales señala que en el caso de hallazgos arqueológicos, antropológicos o paleontológicos en terrenos protegidos, su propiedad es del Estado chileno, aunque el Código Civil incluye la posibilidad de un reparto a partes iguales entre los descubridores y el Estado, que había sido la fórmula alcanzada en este caso, aunque la empresa Wagner (propietaria del robot) habría estipulado el reparto de su porción entre los pobladores de la isla y obras de beneficencia. Sin embargo, el escurridizo tesoro no pudo ser hallado.
Cañón en Puerto Inglés (Robinson Crusoe, Archipiélago Juan Fernández). Foto: Felipe Paredes Vergara
Las fortalezas y cañones de Robinson Crusoe
Es en 1749, cuando se inicia la construcción del fuerte Santa Bárbara, el cual disponía de quince cañones para la defensa central del puerto de San Juan Bautista o bahía de Cumberland (en el fondo de la cual se halla el crucero alemán Dresden, bombardeado en 1912 por navíos ingleses). Además en la isla se encuentran: las baterías de San José con ocho cañones en playa, el fortín San Carlos con cuatro cañones, el San Francisco Javier con otros cuatro, la atalaya de Pangal con cinco, la defensa rasante en Puerto Inglés, con otros cuatro cañones,  una séptima batería en la ensenada de Villagra, con cuatro cañones, y la batería en Puerto Francés con otros cuatro cañones, para un total de 48 cañones en defensa del archipiélago. Queda muy claro que después de los sucesos de la guerra de los Asientos, sumado a todas las incursiones de corsarios y piratas a las que la isla estaba expuesta, la Corona española decidió mantener fuertemente protegido el pequeño archipiélago de Juan Fernández.
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