Una investigación
bioarqueológica ha revelado detalles impresionantes sobre trepanaciones
(operaciones en las que se hacen perforaciones en el cráneo) efectuadas unos
900 años atrás en la provincia andina de Andahuaylas, en el Perú. El mero hecho
de que se realizaran tales intervenciones quirúrgicas, no garantiza que
lograran efectos curativos, ni que los pacientes sobrevivieran a la cirugía o
no acabaran falleciendo tiempo después como consecuencia de problemas de salud
derivados de la operación, ya que la cirugía craneal es arriesgada, incluso hoy
en día con el nivel de la medicina actual que incluye un ambiente aséptico,
instrumentos quirúrgicos de alta precisión y la administración de grandes
cantidades de analgésicos y otros medicamentos especializados con ocasión del
procedimiento quirúrgico y después del mismo. Sin embargo, se cree que a veces
las intervenciones quirúrgicas tenían éxito y el paciente se recuperaba, pero
en otras ocasiones las cosas no salían tan bien. Los análisis permiten
determinar cuándo el paciente sobrevivió a una trepanación, ya que se pueden
reconocer las pequeñas parcelas de materia ósea que crecieron después de la
operación. Hay varios casos claros en los que el sujeto sufrió una fractura en
la cabeza y fue tratado con cirugía. En bastantes de estos casos, tanto la
herida original como la trepanación sanaron, aunque seguramente tuvieron que
pasar varios años para que el hueso volviera a crecer de manera significativa,
y en alguno que otro de esos casos, un orificio de trepanación en la cabeza del
paciente pudo permanecer durante el resto de su vida. Como resultado de su trabajo
en excavaciones en cavernas funerarias de la provincia de Andahuaylas en el
Perú, el equipo de la bioarqueóloga y antropóloga forense Danielle Kurin, de la Universidad de California en Santa Bárbara,
Estados Unidos, ha conseguido desenterrar y analizar los restos de 32 personas
que datan del Período Intermedio Tardío Peruano (aproximadamente entre los años
1000 y 1250 de nuestra era). El análisis de los restos mortales ha revelado un
total de 45 operaciones quirúrgicas separadas de trepanación. La investigación
de Kurin muestra diversas técnicas y prácticas de corte que fueron empleadas
por los médicos en la misma época. En algunos casos, raspaban el hueso, en
otros lo cortaban, e inclusive se hacía uso de un taladro manual. Las fotos son
de Danielle Kurin.
Cuando un paciente no
sobrevivía, es muy posible que su cráneo fuese donado a la ciencia, por decirlo
así, y usado con fines educativos, ya que esos cirujanos peruanos de la
antigüedad parecían tener bastante claro que era factible perforar el cráneo
sin problemas insalvables, pero que un corte accidental en el cerebro tenía
casi todas las probabilidades de resultar fatal. Para lograr la pericia
necesaria en un trabajo tan delicado, se necesitaba hacer prácticas con cráneos
de personas ya fallecidas. Como bioarqueólogos, Kurin y sus colegas pueden
reconocer indicios bastante claros de que esos cirujanos de la antigüedad
estaban experimentando con cabezas de personas ya fallecidas. Por ejemplo, un
cráneo con muchos agujeros, de profundidades distintas, encaja mejor con la
actividad de alguien que ensaya trepanaciones mediante técnicas distintas, que
con una supuesta operación u operaciones urgentes para intentar salvarle la
vida a alguien. Algunas personas de hoy en día podrían considerar que hacer
perforaciones en la cabeza de alguien era una forma de tortura, pero Kurin y
sus colegas no perciben esa práctica como una forma de agresión, debido a los
muchos indicios hallados de que la finalidad de las perforaciones era la
sanación de los sujetos. Uno de esos detalles que resultan indicios bastante
claros es, por ejemplo, que se afeitaba la zona del cráneo a tratar, lo que
parece demostrar que era importante poder ver bien el punto de la perforación
para evitar perforar en sitios equivocados. También se aprecian manchas
delatadoras de la aplicación de una cataplasma de hierbas medicinales sobre la
herida. Los restos mortales que el equipo de Kurin desenterró en las cuevas de
Andahuaylas constituyen tal vez la mayor colección de su tipo y bien
contextualizada de entre todas las del mundo. La mayoría de los cráneos
trepanados estudiados anteriormente residen en museos como el del Instituto
Smithsoniano, el Museo Field de Historia Natural o el Museo Hearst de
Antropología. La mayoría fueron recogidos por arqueólogos hace un siglo, y la
comunidad científica actual no posee buena información contextual sobre tales cráneos,
tal como señala Kurin. Sin embargo, gracias a la cuidadosa excavación
arqueológica efectuada por el equipo de Kurin en tumbas intactas, y a los
análisis metódicos de las momias y esqueletos humanos enterrados allí, se sabe
exactamente dónde, cuándo y cómo fueron enterrados los restos mortales
encontrados, así como qué era enterrado con ellos.
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