Anne Chapman con Ángela Loij |
Norteamericana de
nacimiento (Los Angeles, California,1922), en los años ’40 marchó a México y se
enroló en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), donde tuvo
maestros memorables de la antropología y la etnología. Uno de ellos fue Paul
Kirchhoff, exiliado de la Alemania nazi en México, con quien discutía escritos
de Marx, Engels o Vitfogel. Fue Kirchhoff quien le despertó el interés por
estudiar los lencas en Honduras. Producto de estos estudios fueron los textos:
“Los Hijos del Copal y la Candela. Ritos Agrarios” y “Tradición Oral de los
Lencas de Honduras”. Fue secretaria y asistente de Karl Polanyi, un húngaro
socialista emigrado en Inglaterra, especialista en economía de las sociedades
precapitalistas. Y cuando fue admitida como investigadora del Centre National
de la Recherche Scientifique, de Francia, su director fue nada menos que Claude
Lévi-Strauss. Ser etnóloga en esa época no era fácil para una mujer. Si bien
conoció a Margaret Mead y Ruth Benedict, eran algunas de las excepciones, y
Anne tuvo que abrir su propio camino. Para ello debió escoger entre dedicarse a
su profesión, o formar una familia. En general los hombres desvalorizaban su
actividad y obstaculizaban sus trabajos de campo en lugares remotos. El ser
mujer, también tuvo consecuencias para su trabajo como etnógrafa. Se le abrían
unas puertas y se le cerraban otras en el conocimiento de la cultura y
organización de las comunidades. Durante mucho tiempo trabajó con los tolupanes
en la Montaña de la Flor, en Honduras, un lugar de difícil acceso (“Los Hijos
de la Muerte”, 1985). En 1998, en ocasión del Huracán Mitch, que devastó
Honduras, no dudó en llegar hasta la Montaña de la Flor para saber si Lupita, a
quien había conocido de niña en 1971 y con quien mantenía amistad desde
entonces, estaba bien con sus hijos y nietos. Nadie podía llegar en ese
momento, pero ella llegó. Como también llegaba a la Isla de los Estados, en el
confín del mundo, a hacer arqueología. Así era Anne, empecinada y terca,
excesivamente metódica y constreñida a su trabajo.
Ángela Loij en la portada del libro de Chapman |
Anne trabajó desde 1965
en adelante con Lola Kiepja, que
vivía en una reserva indígena cercana al Lago Fagnano, en la Isla Grande de Tierra del Fuego. Lola
había nacido alrededor del año 1880, cuando todavía los selk’nam hacían vida
tribal, y conservaba la memoria de su pueblo. Angela Loij fue otra de las mujeres selk’nam con que trabajó Anne Chapman y compartió su amistad, “ella
me dio la llave para entrar en el recinto secreto del Hain”, ceremonia de
iniciación de los jóvenes selk’nam, que hablaba de un pasado matriarcado y
aseguraba un orden patriarcal actual. Lola había nacido alrededor del año 1880,
cuando todavía los selk’nam hacían vida tribal, y conservaba la memoria de su
pueblo. Angela Loij, sin embargo, conocía la lengua y las tradiciones, pero
había, como hemos dicho, nacido ya entrado el siglo XX. Chapman dice: “ella me
dio la llave para entrar en el recinto secreto del Hain”, ceremonia de iniciación de los jóvenes selk’nam, que hablaba de un pasado matriarcado y aseguraba un orden
patriarcal actual. Dejó varias publicaciones al respecto: “Los Selk’nam: la
vida de los Onas” y “El fin de un mundo: los selk’nam de Tierra del Fuego”,
entre otros, y una película: “Los Onas: vida y muerte en Tierra del Fuego”
(1977), que filmó y codirigió con Ana Montes. Esta película ganó un premio en
el Primer Festival de Cine de los Pueblos Indígenas en 1984, en México. En 1988
filmó Homenaje a los Yaganes, otro pueblo indígena que habita en los canales
fueguinos. Anne vivía gran parte del año en Buenos Aires, trabajando y
escribiendo. En los últimos años, con la visibilización de los pueblos
indígenas en Argentina, su obra cobró interés y se montaron exposiciones de sus
fotos en el Palais de Glace y el Centro Cultural Borges, entre otros, y la
última recientemente en la Municipalidad de Tigre. Sus últimas publicaciones
fueron un texto de más de 800 páginas sobre Charles Darwin y el Hain: “Ceremonia
Selk’nam de Iniciación” (Santiago de Chile, 2003). Estaba muy urgida por
publicar los cantos de Lola y sus transcripciones. Pero no llegó a tiempo.
Lola Kiepja en la portada del libro de Chapman |
Anne dejó Argentina
pocos días antes de morir, sabiendo que no volvería. Estaba preocupada por el
destino de su material etnográfico, que incluye textos, fotos, grabaciones y
transcripciones de los últimos seres humanos que hablaron el selk’nam, conocido
vulgarmente como ona. Este material probablemente sea el único que permita
evitar la pérdida, en el agujero negro de la historia, de este idioma y esta
cultura, perteneciente a un pueblo que tenía más de tres mil años de antigüedad
y cuyos miembros y cultura fueran exterminados en 50 años por las balas y las
enfermedades de los terratenientes que los reemplazaron por ovejas, a
principios del siglo XX. La introducción de las estancias ovejeras creó fuertes
conflictos entre los nativos y los colonos europeos, argentinos y chilenos
(aventureros, buscadores de oro, colonos, ganaderos), lo cual adquirió ribetes
de guerra de exterminio, a lo que los nativos intentaron resistirse, pero sus
desventajas eran patentes, y su resistencia por permanecer en sus territorios
fue inútil. Las grandes compañías ovejeras llegaron a pagar una libra esterlina
por cada selk’nam muerto, lo que era
confirmado presentando manos u orejas. Las tribus del norte fueron las primeras
afectadas, iniciándose una oleada migratoria al extremo sur de la isla para
escapar a las masacres. En busca de alternativas a la matanza, en 1890 el
Gobierno chileno cedió la isla Dawson, en el estrecho de Magallanes, a
sacerdotes salesianos, que establecieron allí una misión dotada de amplios
recursos económicos. Los selk’nam que
sobrevivieron al genocidio fueron virtualmente deportados a la isla, la que en
un plazo de 20 años cerró dejando un cementerio poblado de cruces. El mejor
homenaje que podríamos hacer a Anne Chapman es que este patrimonio de los
pueblos originarios se preserve para riqueza y conocimiento de los
descendientes directos de los selk’nam
y de una sociedad toda que se reconozca pluricultural. Anne Chapman defendió su
autonomía personal hasta el último día de su vida. Falleció el sábado 12 de
junio en un hospital de París. No tenía familia ni descendencia, pero muchos
amigos y amigas en Francia, Honduras, México, Argentina, Chile y Nueva York.
Enlaces relacionado:
Ángela Loij: La última selk'nam de Tierra del Fuego
Achacaz, uno de los últimos kawésqar (Patagonia Occidental, Chile)
Calafate zoológicos humanos (Chile 2011)
Ángela Loij: La última selk'nam de Tierra del Fuego
Achacaz, uno de los últimos kawésqar (Patagonia Occidental, Chile)
Calafate zoológicos humanos (Chile 2011)
Bibliografía
Alcalá, Xavier. Latitude Austral
Anitei, Stefan. The
Enigma of the Natives of Tierra del Fuego: Are Alacaluf and Yahgan the last
Native Black Americans?
Belza, Juan E. En la
Isla del Fuego
Bridges, Esteban Lucas. El
último confín de la tierra
Campos Menéndez, Enrique. Solo el
viento
Chapman, Anne. Los selk’nam, La
vida de los onas
Chapman, Anne. Fin de un mundo. Los
selk’nam de Tierra del Fuego
Francisco Coloane. Cazadores de
indios
De Agostini, Alberto. Treinta
años en Tierra del Fuego
Gallardo, C. Los onas
Gusinde, Martín. Los indios de la
Tierra del Fuego
Alexandra, muy buen reportaje, la última representante pura Selk'man (muerta en 1974) la alcanzamos a conocer en historias que se hicieron por TV....
ResponderEliminarGracias Alejandro, sí, supongo que te refieres a Ángela Loij, que aparece en esta fotografía con Chapman... he escrito un artículo dedicado a ella, a Ángel a Loij, conmemorando justamente su fallecimiento. Saludos desde Barcelona.
EliminarMe encanta este tema y creo ,mas estoy segura que este grupo de personas habitaron hasta Calbuco y una de las ultimas Islas llamada TABON la mas lejana frente a chioloe yo vivi con ellos y los ancianos cuentan historias de como vivian,
ResponderEliminarEn esos tiempos es mas . aún vive una abuela 105 años .hoy 2019